Gustavo Noboa, el símbolo de una época marcada por la dolarización

Patricia Estupiñán
En los últimos años de su vida

Optimista por naturaleza, Gustavo Noboa buscó encontrar lo mejor de los jóvenes, de los estudiantes y de los ecuatorianos. En sus tres años de gobierno, imperó el sentido común. Puso en marcha la dolarización y promovió la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados, la mayor inversión en el país en tres décadas.

Unos días antes de iniciar su viaje a Esta dos Unidos para operarse de un tumor benigno en las meninges, Gustavo Noboa escribió en un chat telefónico que mantenía con exalumnos del colegio Cristóbal Colón de Guayaquil, una oración para la noche: “...Te pido que seas mi luz, quiero conquistar en tu Nombre toda batalla, quiero ganar la guerra contra el pecado, puesto en tus manos sé que así será porque fortaleces mi debilidad en Ti”. La fe religiosa fue la piedra angular de su vida, que junto a una capacidad para comunicarse se transformó en una espada para conquistar corazones y dejar una huella profunda a lo largo de 83 años en los grupos juveniles que formó, la administración del ingenio azucarero San Carlos, el decanato y la rectoría de la Universidad Católica, y la vicepresidencia y presidencia del Ecuador.

El segundo de nueve hermanos de un hogar de clase media, Noboa comenzó su formación religiosa en el colegio salesiano Cristóbal Colón, centenario plantel guayaquileño donde estudiaron seis expresidentes: Carlos Julio Arosemena Monroy, Otto Arosemena Gómez, Jaime Roldós, León Febres-Cordero y Abdalá Bucaram.

“El salesiano deja una impronta en su hogar, en sus hijos, en su familia, es una forma de ver y vivir la vida”, expresó Noboa sobre su formación. En la década del sesenta durante el papado de Paulo VI, a través de los grupos de Acción Católica inició su preparación para trabajar con jóvenes, en varios planteles. “Era la época de los hippies y él buscaba ayudar a muchachos desde los 12 años hasta universitarios a encontrar su camino. Conversaba de cosas de la vida que entonces eran tabús: las drogas, el sexo, los temas sociales. Tenía un carisma innato para orientar”, cuenta Francisco Arosemena, quien fuera parte de esos grupos y que estableció con Noboa una amistad de vida.

Noboa se graduó de abogado en la Universidad Estatal de Guayaquil e inició su vida laboral en la recientemente formada Universidad Católica de Guayaquil, donde fue profesor de Derecho y vicedecano cuando Jaime Roldós fue de cano. Después fue decano, cuando apenas había cumplido 31 años. Para entonces se había casado con María Isabel Baquerizo, quien compartió con él la vocación por el trabajo voluntario.

El regreso a la democracia a fines de la década de los años 80, lo vinculó con la campaña de Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado. Entonces, Noboa también laboraba en el Ingenio Azucarero San Carlos, como gerente administrativo. Era él quien negociaba con los sindicatos los contratos colectivos. Su sentido común, su sencillez y su humor, le permitieron navegar con éxito en esas aguas turbulentas. “Mi estilo no es romper las relaciones definitivamente con nadie. He trabajado mi vida entera con grupos sindicales. Se rompían las relaciones y después de un mes se conversaba de nuevo”.

Hizo un paréntesis en su vida académica y laboral para colaborar con Osvaldo Hurtado, el sucesor de Roldós, como gobernador del Guayas. Fue un período muy complejo por la primera gran crisis económica del país y un fenómeno devastador del Niño. A pesar de su afinidad con los principios de la Democracia Cristiana, nunca se afilió a ese partido, porque “me gusta mantener mi libertad de pensar y actuar”, dijo a Vistazo en una entrevista en 2019. Nunca se consideró un político, sino un académico o como decía en tono burlón: “un barbón intelectual”.

A la academia se dedicó a tiempo completo desde 1986 hasta 1996 como rector de la Universidad Católica de Guayaquil, en binomio con Nila Velázquez como vicerrectora. Hicieron una transformación física y educativa de dicha universidad, por lo cual recibieron una condecoración del papa Juan Pablo II. La política no estaba entre sus planes, pero Jamil Mahuad le propuso la vicepresidencia con el objetivo de que reconstruya la Costa ecuatoriana, que había sido devastada por un nuevo Fenómeno del Niño en 1997. Noboa aceptó. Y como vicepresidente, logró recuperar vías dañadas, pero sobre todo construir cerca de 50 puentes, que están en perfecto estado casi dos décadas después. Sin embargo, las relaciones con Jamil Mahuad se fraccionaron desde la campaña, pues a Noboa no le interesaba subirse en las tarimas y hablar.

Él siempre fue afecto a tratar directamente con la gente y no a dar discursos. Por el distanciamiento no fue parte de las decisiones que tomó Mahuad como la negociación de la paz con el Perú y el congelamiento de los depósitos. “A pesar de haber participado antes de ser vicepresidente en la comisión que examinaba el proceso de paz con el Perú, Mahuad jamás me pidió un consejo. Humanamente me dolió, pero agradecí a Dios por esa distancia en aquel asunto y otros más como el feriado bancario”. Por su experiencia consideraba que el cargo de vicepresidente debe eliminarse. “El vicepresidente no tiene opinión, porque si dice algo causa distanciamiento y es percibido como desleal. La lealtad debe ser al país, no a los hombres”.

El derrocamiento de Mahuad, tras un golpe civil militar, lo puso en la Presidencia, en medio de una crisis económica brutal. Antes de su caída Mahuad había firmado la dolarización. Noboa contó en una entrevista, que lo hizo después de una llamada de Jaime Nebot. Nebot le habría advertido que, si no dolarizaba, sería destituido. No se salvó. A Noboa le tocó decidir sobre si continuaba o no con la medida. Ahí comprendió la soledad del poder. “Pregunté a personas cercanas, pero nadie me respondió”. Su sentido común le condujo a decidir positivamente pues Mahuad había perdido el control de la inflación y dolarizar detendría su escalada. Así fue.

Lo que siguió en su gobierno fue el arduo trabajo de poner en marcha el proceso, a través de una serie de leyes, en las cuales el partido que lo apoyó para la vicepresidencia fue escurridizo en el Legislativo. Otro de sus logros importantes fue la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados, OCP, la mayor inversión en el país después del boom petrolero de los años 70. El Oleoducto de Crudos Pesados se hizo con el aporte privado de las principales empresas extranjeras que tenían operaciones en Ecuador. También buscó enrumbar las finanzas estatales y renegociar la deuda externa, luego de que Mahuad había decretado una moratoria. La renegociación de la deuda se concretó con éxito, pero le pon dría al término de su gobierno en el exilio por tres años, debido a una persecución del expresidente León Febres-Cordero.

Durante su mandato tuvo serios enfrentamientos verbales con León Febres Cordero, quien comenzó por cuestionar que Noboa haya nombrado a su hermano Ricardo como presidente del Consejo de Modernización. Noboa siempre defendió el cargo. “Nombré a Ricardo porque es de lucha. Este es un país lenguaraz, que quita la honra en un minuto”, sostuvo. La pirotécnica verbal entre él y Febres-Cordero dio muchas primeras planas. Febres-Cordero lo llamó “el bobo de la yuca” y Noboa lo bautizó como “Olafo, el amargado”, en alusión a la tira cómica, pero Febres-Cordero lo interpretó de otra manera.

En realidad, hasta la llegada de Noboa los presidentes habían rendido culto a Febres-Cordero por su poder en las Cortes, Noboa no lo hizo. En las elecciones de 2004, Febres-Cordero encabezó la lista de diputados social cristianos y ejecutó su venganza en una semana. Acusó a Noboa del mayor “atraco de la historia. El país perdió 8.612 millones de dólares”, en la renegociación de la deuda dijo. Fue su único acto legislativo. Noboa acabó exiliado en República Dominicana. “La justicia es un bien invalorable. Estuve en indefensión por más de tres años”. Regresó cuando la Asamblea Constituyente de Montecristi, le concedió una amnistía, gestionada por Rafael Correa. “Precisó: Correa solicitó la amnistía, pero fueron asambleístas amigos quienes la tramitaron”. Ese pedido no lo comprometió para guardar silencio frente a Rafael Correa. Fue uno de sus críticos más duros. “Desde joven, Rafael que junto a su hermano Fabricio fueron parte de los grupos cristianos, tenía un carácter muy difícil. Hay que tener miedo de los seres humanos cuando tienen el poder, el poder los cambia”. Gustavo Noboa no cambió.