Ecuador ha identificado al menos 2.000 instituciones educativas con carencias de aprendizaje
"Evitemos una década perdida” se titula el último informe de Unicef, que evalúa el impacto de la pandemia en los niños y adolescentes. Alerta que, en el mejor de los casos, demorará entre siete y ocho años regresar o recuperar los niveles de progreso antes de la llegada del COVID-19. Los más pequeños fueron afectados por el cierre de las escuelas y el incremento de la pobreza. “Es la peor crisis para la infancia” de los últimos 75 años, dice el organismo internacional.
Unicef estima que al menos 100 millones de niños pasaron a situación de pobreza por causa de la pandemia. En Ecuador, por ejemplo, regresamos a los niveles de pobreza del año 2010: 32 por ciento de ecuatorianos que sobrevive con 85 dólares al mes, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Inec), con corte a junio de 2021.
Antes de la pandemia, la cifra se ubicaba en 25 por ciento. Con este nivel de ingresos se complica la educación y alimentación. A nivel mundial, todavía no hay datos certeros de cómo el cierre de las escuelas impactó en el aprendizaje. La única certeza: el rezago educativo será más pronunciado en los niños de bajos estratos y las brechas de pobreza se incrementarán, porque quienes no aprendieron tendrán menos oportunidades laborales en el futuro.
Basta un ejemplo: en Ecuador, los niños de escuelas públicas dedicaron diariamente dos horas a clases virtuales y dos horas a tareas. Mientras que los niños de escuelas privadas tuvieron cuatro horas y media de clases y dos horas y media de tareas. Las cifras son similares para estudiantes de colegio, según la última encuesta de Unicef aplicada el año anterior.
Entre los principales problemas resaltan el acceso a una computadora, conexión a Internet y seguimiento de los profesores. Luisa Rosales, una madre de cinco niñas de entre cuatro y 16 años, recuerda que en la pandemia tuvo que endeudarse para comprar una tablet porque solo contaban con el celular de la hija mayor para conectarse a Internet y descargar las tareas que enviaban los profesores. Un computador portátil era un gasto que no podían permitirse. Ella gana el básico como empleada en un minimercado; su esposo recibe un poco más como guardia de seguridad. Viven en un barrio rural a las afueras de Quito.
“La verdad no sé si mis hijas aprendieron o no en todo el tiempo que no fueron a la escuela. Entre ellas se ayudaban, yo no podía supervisarles todo. Pero hubo semanas enteras en que no recibieron una clase. Ahora, por suerte, ya van a la escuela y me siento más tranquila”, dice.
BRECHAS PREPANDEMIA
Ahora que los chicos vuelven a clases progresivamente, hay una sensación de tranquilidad porque tienen tutoría directa de los maestros, pero la brecha educativa se verá en el tiempo. De acuerdo a la última evaluación nacional, los estudiantes de instituciones privadas alcanzaron ocho puntos en conocimientos de Matemática, frente a 7,5 que obtuvieron en las unidades fiscales. Cifras similares se repiten para Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Lengua y Literatura.
Estos datos se desprenden del último informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval), con resultados del período Costa 2019-2020. En ese entonces un grupo de estudiantes consiguió el puntaje perfecto: 1.000/1.000. Todos ellos parte de una institución privada, provenientes de los quintiles cuatro y cinco, es decir, de familias con altos ingresos económicos. Mientras los puntajes más bajos: 403/1.000 reflejan centros públicos y chicos ubicados en el quintil dos y tres, según la base de datos alojada en la página web de la institución.
Sin embargo, la entidad no ha presentado todavía los resultados de ese período para el régimen Sierra, ni los informes 2020-2021. Vistazo solicitó una entrevista con el director del Ineval para la primera semana de enero, pero a última hora fue cancelada por un cambio de autoridad. Se conoce que los resultados están listos para presentarlos y darían cuenta de rezago educativo, producto de la pandemia.
De todos modos, el Ministerio de Educación al finalizar el año identificó al menos 2.000 instituciones educativas fiscales en las que se detectó carencias de aprendizaje, de un total de 12 mil instituciones. Allí ya se empezó a aplicar la estrategia “Aprender a tiempo”, enfocada en la comprensión lectora, conocimientos matemáticos y habilidades socioemocionales.
También se identificó un déficit de infraestructura a nivel nacional de 650 millones de dólares. “Es decir, mantenimiento de instalaciones, equipamiento, agua y saneamiento, y obras que están casi terminadas, pero que quedaron abandonadas en los gobiernos anteriores”, refiere la ministra María Brown Pérez. Dice que este rubro no está en el presupuesto y que se espera se destinen al menos 150 millones para suplir estas necesidades en 2022, sobre todo la culminación de grandes obras que permitirán descongestionar instituciones con aulas de hasta 50 estudiantes.
CAMINO A LA RECUPERACIÓN
La situación es compleja: desde hace dos años se dejó de contratar maestros para reemplazar a los que se han jubilado en todo este tiempo. Esto provocó un déficit de 4.000 docentes en las instituciones públicas. Brown dice que ya están gestionando la contratación de 1.800 maestros para este año. La medida tiene que ser progresiva a la par que se va recobrando la presencialidad en escuelas y colegios.
Estos recortes se vieron reflejados en el presupuesto. Para el período 2020-2021 se recortó un 10 por ciento con relación al año lectivo anterior. La reducción se mantiene en el período actual. El informe de Unicef, “Evitemos una década perdida”, dice que los niños y adolescentes deben ser “Los primeros a la hora de recibir inversiones y los últimos a la hora de sufrir recortes”.
“Los sistemas educativos tienen menos de una década para implementar medidas para mejorar sus logros y disminuir las brechas existentes, de cara al cumplimiento de la Agenda 2030”, alertó Claudia Uribe, directora de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO), el pasado diciembre al presentar los resultados de un estudio regional que da cuenta de las brechas al interior de los países. Pero el camino será largo.
La ministra María Brown dice que no solo se trata de recursos y de volver a la presencialidad. Hay brechas estructurales como la desnutrición infantil crónica que afecta a uno de cada cuatro menores de dos años en el Ecuador. Los niños que padecen esta enfermedad, difícilmente podrán desarrollar todas sus facultades cognitivas en la etapa escolar, y les costará más conseguir un empleo. “Hay niños que nunca podrán tener el nivel de comprensión lectora y lógica matemática si no se superan estas brechas”.