Así fue Daniel Camargo: uno de los asesinos seriales más temerarios que pasó por Ecuador
Daniel Camargo Barbosa, mejor conocido como ‘El Sádico del Charquito’, fue uno de los asesinos en serie más sangrientos de entre las décadas de los setenta y noventa. Confesó que mató a 71 niñas y mujeres, pero se cree que fueron más de 150 tanto en Ecuador como en su natal Colombia. Escapó de una cárcel rodeada de tiburones, pero no se salvó de la venganza.
La historia de este psicópata inicia en Anolaima, municipio colombiano del departamento de Cundinamarca. Un 22 de enero de 1930 el mundo daba la bienvenida al también conocido como ‘Monstruo de los Manglares’. Sus traumas empezaron prácticamente desde que nació porque quedó huérfano de madre cuando tenía un año de edad.
La madrastra lo golpeaba con un látigo de cuero e incluso hay quienes afirman que era obligado a vestir como una niña para ir a la escuela. A los 12 años estudió en el Colegio Salesiano San Juan Bosco en Bogotá. Al poco tiempo escapó del plantel por un capricho y se dedicó a trabajar como agente vendedor.
Otro trauma que marcó su turbulenta infancia la provocó su padre, quien le regaló una alcancía para que ahorre, cosa que hizo sacrificando golosinas y diversiones. Pero un día, su padre hizo desaparecer la alcancía que posteriormente apareció sin dinero.
“Mi padre era un hombre con posibilidades, no tenía por qué robarle a un niño, a su propio hijo”, lamentó Daniel Camargo en un reportaje exclusivo de Vistazo.
Comentó que desde ese momento sintió odio contra su padre y madrastra, lo mismo sentía por su hermana, “porque a ella la preferían siempre en todo”. La hermana también tuvo una vida trágica, pues fue violada por el cura de Anolaima, producto de la agresión tuvo una hija.
Durante su adolescencia se le hacía fácil conquistar a las mujeres. Tenía verbo fluido y un gesto inocente. A los 23 años se unió con Alcira Castillo con la que vivió siete años y tuvo dos hijos. Uno se llama Jairo, del otro no se sabe porque prefería no acordarse de él.
Pronto llegó una nueva desventura: encontró a su esposa con otro hombre. Daniel abandonó el hogar para nunca más volver. A los 31 o 32 años conoció al amor de su vida: Esperanza, quien trabajaba en el Banco de la República.
Daniel tenía sospechas. Su novia, de quien pidió la mano, lo besaba con pasión inusitada y ello despertaba en él dudas. Pensaba que era virgen y cuando descubrió que no lo era se decepcionó. “No me diste tu virginidad, habrás de dármela a través de otra mujer”, le reprochó.
Al inicio ella se negó, pero luego accedió a complacer sus requerimientos. Esperanza, quien también fue violada, se convirtió en su cómplice en los primeros delitos que cometió Daniel.
EMPEZÓ EL HORROR
La primera víctima fue una niña de 13 años. Daniel y su novia les daban de beber seconal sódico (tranquilizante que se usa antes de una cirugía). El mismo operativo se cumplió con ocho o nueve menores, todas ellas vírgenes. Una de las víctimas lo denunció y los dos fueron condenados, ella a dos años y él seis.
A los cinco años salió en libertad por buena conducta y se dedicó al comercio, pero volvió a sus andanzas. Le dijo a una joven que lo acompañe a entregar dinero a un pastor evangélico y procedió a violarla y estrangularla. Esta excusa sería la que aplicaría para sus siguientes víctimas.
Luego volvió a la cárcel en Barranquilla y Bogotá, pasó alrededor de tres años antes de ser enviado al reclusorio de la isla Gorgona. Tenía una condena de 25 años de cárcel.
Ya en la isla, que se decía estaba rodeada de tiburones, se dedicó a ayudar en la biblioteca. Estaba planificando su huida, estudiaba cómo construir embarcaciones y el movimiento de las corrientes de aire. El 23 de noviembre de 1984 escapó de la cárcel.
Según detalla un reporte de Vistazo, el sujeto se fugó con un traje de buceo y aletas especiales para sus pies. Logró llegar debajo del agua hasta el embarcadero o muelle, donde cada semana anclaba la embarcación encargada de llevar alimentos, correo y personal de la isla. Se subió al pequeño barco y así llegó hasta tierra firme.
Tras varias peripecias arribó al Ecuador, mientras en Colombia lo declararon muerto.
ATERRORIZÓ AL ECUADOR
En diciembre de 1984, Camargo ingresó a Tulcán, luego pasó a Quito y se estabilizó en Guayaquil. En el puerto principal caminaba por las calles vendiendo bolígrafos. Su primer hogar fueron las barracas desocupadas del mercado.
Ahí se hizo amigo de un borracho, quien lo llevó hasta Quevedo. Camargo inició una nueva serie de asesinatos. Atrapó a una niña de nueve o diez años, utilizando el mismo cuento de que lo acompañe a dejar un dinero a un pastor evangélico.
Luego regresó a Guayaquil y continúo con sus fechorías. Salía a las calles a vender baratijas. Las mujeres que se acercaban eran involucradas en sus engaños. Algunos cuerpos fueron dejados en las Colinas de Los Ceibos. Camargo también aceptó que entre el kilómetro 10 y la población de Nobol estaban regados los cadáveres.
Era un viejo practicante de la brujería, de la hechicería y de las artes relacionadas con el hipnotismo. Cuando encontraba oposición a sus deseos utilizaba su conocimiento sobre hipnosis.
En algunos casos llamaba a los familiares de las desaparecidas para exigir la entrega de dinero por su rescate.
Los crímenes se extendieron a Machala y Quito, donde fue capturado en la Avenida de Los Granados. El psicópata llevaba un maletín con ropa ensangrentada de su última víctima.
En 1986 fue condenado a 16 años de cárcel, la pena máxima en aquellos tiempos. ‘El Sádico del Charquito’ confesó que mató a 71 víctimas, tras recibir descargas eléctricas en sus testículos. Pero actualmente se sabe que ese número superaría las 150 mujeres y niñas entre Colombia y Ecuador, según reporta Infobae.
NO SE ARREPENTÍA
Viejo, flaco, de pelo escaso y profundas entradas en la frente, de baja estatura, malamente vestido, por quien nadie daría un sucre en su calidad de asesino peligroso. Así era percibido Daniel Camargo cuando ya estaba en la cárcel. Vistazo tuvo acceso a una entrevista con el asesino serial, quien dijo no estar arrepentido de sus actos.
“Si las autoridades colombianas hubieran realizado un adecuado tratamiento para conmigo en vez de mandarme a la isla de Gorgona, tenga usted la seguridad de que todas las víctimas de mis actos en el Ecuador, se hubieran salvado, sin que estuviéramos acá conversando”, argumentó.
Añadió que actuó llevado por el instinto y que conocía a sus víctimas por diferentes detalles. La rubia, la enfermera, la blanquita, la de vestido azul. Camargo se acordaba de casi todas sus víctimas, así como, el lugar de ejecución.
Entre las osamentas de sus víctimas se incluyó a hombres, pero en entrevista con Vistazo dejó en claro que jamás ha violado a alguien de su mismo sexo y que, por el contrario, siempre le puso el ojo a mujeres vírgenes para satisfacer sus desmedidos apetitos sexuales.
Confesó que sus actos los cometió solo y que no tenía cómplices. Primero ejecutaba el acto sexual y luego las mataba. Recalcó que no nunca ocurrió al contrario.
Camargo no cumplió toda su condena porque fue asesinado por otro recluso, pariente de una de sus víctimas, en noviembre de 1994. Fue sepultado en una fosa común en el cementerio de El Batán en Quito.