Álex Quiñónez, el ecuatoriano más rápido de toda la historia
Las tempranas victorias de Álex en contra de sus amigos cuando era un niño corriendo a toda velocidad en las calles del barrio "Sedalana" de Guayaquil, y los dedos que lo apuntaban cuando elegían los equipos de fútbol -solía ser hasta más rápido que el propio balón-, eran un preludio inadvertido del nivel de gloria que alcanzaría años después.
Su ascenso en las competencias fue astronómico y hasta podría decirse accidental. Mientras estudiaba en su natal Esmeraldas, su profesor de fútbol, deporte por el que sintió vocación en primer lugar, lo desafió a competir contra los estudiantes más rápidos de la institución.
Con una facilidad asombrosa, Álex los dejó atrás, y los entrenadores del colegio, tras ver esto, se deslumbraron ante la promesa que significaba para el deporte ecuatoriano.
A los 19 años, repitió su mismo hito del colegio, solo que ya no alrededor de una cancha, sino en la pista donde se medía a los corredores más veloces de Ecuador, en los Juegos Nacionales de Macas del 2008.
Álex volvió con 4 medallas y quienes lo habían acompañado en su trayecto hasta ese punto solo pudieron esbozar una sonrisa y soñar con qué tan lejos llegaría aquel chico esmeraldeño. Imaginarlo con una presea de oro en su cuello, que le haga honor como el hombre más rápido del planeta, se alejaba se ser una simple fantasía.
La verdadera gloria llegó en Venezuela cuando en el XV Campeonato Iberoamericano de Atletismo del 2012, con 23 años, Álex volvió a superar a todo atleta que corrió a su lado en los 100 y 200 metros, subiéndose al lugar más alto del podio y terminando de comprender que de repente, ahora era el hombre más rápido entre las decenas de países que compitieron.
Esta hazaña lo ubicó como contendiente directo por el soñado puesto del atleta más veloz del mundo, el cuál se iba a disputar en los Juegos Olímpicos de Londres, ese mismo año. Tras clasificar para la final de la competición mundial, se alistó junto a sus siete contrincantes, colocó sus dos manos en el suelo y esperó la ansiada señal que daría inicio a la carrera de 200 metros.
Corrió a la par de figuras como el jamaiquino Usain Bolt y logró llegar séptimo con un tiempo de 20.57, poco más de un segundo en comparación con Bolt, quién se llevó el primer lugar con un tiempo de 19.32. A pesar de no recibir una medalla esta vez, era uno de los siete hombres más veloces del mundo en los 200 metros, y este era un logro gigante, nunca antes alcanzado por alguien en el país.
Al volver a casa su madre lo recibió con un fuerte abrazo. No importaba si no traía consigo una presea olímpica, había hecho historia, era joven, por lo que el futuro le daría más oportunidades, y lo más importante, era su querido hijo, a quien amaba con todo su ser.
En 2019 resaltó su dedicación como atleta al ganar el bronce en el Mundial de Atletismo en Doha, Catar, a finales de 2019, mejorando su marca en los 200 metros a 19.98 segundos. Ingresó en el Top 3 Mundial, con 28 años, la misma edad que tenía Bolt cuando le arrebató el primer lugar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Un anticlimático anuncio de que no competiría en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1 extrañó a Ecuador, pero la fe seguía intacta, vislumbrando un final de su trayectoria marcado por el brillante logro de ser el número uno del mundo los siguientes años.
Pasó sus últimos minutos de vida conversando con un amigo llamado Christopher Arcalla. La noche del 22 de octubre del 2021, tanto Álex como su amigo fallecieron por impactos de bala perpetrados por sicarios, en una calle del norte de Guayaquil.
El asesinato, que conmocionó a incontables ecuatorianos y a la prensa mundial, significó el fin anticipado de la vida del laureado atleta y padre de familia, en medio de un estado de excepción que el presidente Guillermo Lasso había instaurado precisamente para combatir el alarmante aumento de la delincuencia.