Violencia de género y xenofobia: 21% de niñas migrantes venezolanas ha presenciado agresiones
Desde el 2015 Latinoamérica se ha enfrentado al éxodo de más de 5,4 millones de venezolanos que huyen de la crisis económica, la inseguridad y la violencia de su país. Con la esperanza de encontrar una mejor vida en otro lugar, los venezolanos migran principalmente hacia a Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Estados Unidos.
Sin embargo, un estudio de Plan Internacional titulado ‘Niñas Venezolanas: Voces de la Migración’, reveló que desde que salen de su país, las niñas venezolanas migrantes se enfrentan a violaciones, abuso, acoso y explotación sexual comercial infantil. Sus experiencias demuestran la desgarradora realidad de que ser niña y migrante aumenta potencialmente los riesgos de sufrir no solo violencia de género, sino también xenofobia.
ACOSO E INSEGURIDAD
“Yo fui a asear el baño porque mi cuarto no tenía el baño adentro, sino afuera y era compartido con otros dos apartamentos. Cuando fui, empezaron a hablar y decían ‘uy mira la hija de la limpia todo’ (...) Y alguien dijo ‘no pues, si se ve muy buena en la cama, pero ¿qué será que le hacemos a la niña?’ Yo ya sabía que estaban hablando de mí. Me paralicé, yo no me quería mover en ningún momento porque temía que me fueran a secuestrar, a violar o lo que sea”.
Ese es el testimonio de una adolescente refugiada y migrante de Venezuela, que por el momento reside en Ecuador. En este país, el número de migrantes alcanza los 430 mil, según las cifras oficiales. De ellos casi la mitad ha obtenido la visa, pero la otra mitad sigue en la irregularidad.
Dos de cada diez niñas y jóvenes que viven en Colombia, Ecuador y Perú aseguran haber visto cómo compañeras suyas experimentan violencia, abuso sexual o agresiones verbales en calles o albergues. De acuerdo a un estudio de la Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de la mitad de las mujeres refugiadas en el Ecuador (56%) reportó ser víctima de acoso sexual. Esta cifra es superior a la de otros países.
Una venezolana que reside en Quito comentó haber recibido 8 comentarios lascivos mientras caminaba cuatro manzanas hasta el comité más cercano. “Me siento segura al estar en mi casa con mi familia, con mi abuela y mi tía. Estar en la calle no es seguro”, dijo.
Su caso se da en un país donde incluso 7 de cada 10 ecuatorianas reportan ser víctimas de acoso sexual en los espacios públicos y privados.
El estudio de Plan Internacional recoge que las niñas y jóvenes migrantes venezolanas creen que los prejuicios y estereotipos que se les asignan, como promiscuidad, sexualmente dispuestas a lo que sea, o que migran para prostituirse, hacen que las personas vean sus cuerpos como un objeto a disposición.
En Perú, una chica de 16 años señaló uno de los trabajadores de un vecino le ofreció dinero a su madre para salir con ella, siendo todavía menor de edad. “Pensaron que yo era una, no sé, como una prepago, algo así, entonces mi mamá le dijo que le iba a denunciar y él suplicó que no porque el señor ya estaba denunciado por violación”, advirtió la joven.
FALTA DE DOCUMENTACIÓN: PÉRDIDA DE OPORTUNIDADES.
La falta de documentación se presenta como una problemática generalizada. Les impide a las jóvenes denunciar adecuadamente los casos de abuso y acoso, y acceder a la justicia. La directora ejecutiva de Plan International en las Américas, Débora Cóbar, dijo que las niñas tienen derecho a una vida libre de violencia y “todos somos corresponsables con la realización de este derecho”.
“Los estados, deben garantizar el acceso de las niñas a los sistemas de justicia. El no tener documentos legales no puede ser una barrera para la denuncia, la investigación y el restablecimiento pleno de los derechos de una niña que haya sufrido algún tipo de violencia, especialmente, de Violencia Basada en Género”, declaró Cóbar.
El estudio de Plan Internacional revela que los sistemas de salud, laborales y educativos definitivamente no están diseñados para adaptarse a las condiciones migratorias.
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De acuerdo con la organización, la edad media de las jóvenes venezolanas para ser madres es a los 25 años. Sin embargo, en su condición de migrantes, esta etapa llega mucho más temprano, a los 16 años y contra sus propias expectativas. Entre las venezolanas que residen en Ecuador y Colombia, los embarazos tempranos se presentan en el 8% del total, mientras que esta cifra asciende hasta el 13% en Perú.
“Una diferencia de 9 años que repercute en la pérdida de oportunidades durante la adolescencia y la migración”, indicó la ONG.
La responsabilidad del uso de anticonceptivos recae mayoritariamente en las mujeres. Una joven que reside en Tulcán, ciudad de Carchi, al norte de Ecuador, contó que se puso un implante anticonceptivo porque su novio le insistía en que tenía ella que cuidarse con algo. Por falta de documentos no pudo acceder a información sobre este dispositivo y no supo cuánto le afectaría a nivel hormonal.
“No pensé que me afectaría tanto. Yo ya terminé con él y quiero quitarme el implante para tener una vida hormonal normal”, explicó. “Sé que hay en Ecuador centros de salud con atención gratuita, pero no a todos nos atienden, hay algunos que nos discriminan”.
De hecho, 4 de cada 10 niñas y jóvenes migrantes no pueden acceder al sistema de salud. Asimismo, el 20% de niñas y jóvenes admitió que la falta de documentación era un impedimento para ingresar al sistema educativo, y 15% le sumó a ello la maternidad temprana. De la misma forma, existen otros factores como la falta de recursos económicos, el tener que trabajar, entre otros.
“Me iba a dedicar a estudiar, pero (...) el arriendo, la comida. Mi mamá no puede sola (...) Tengo que dejar los estudios para ayudar a mi hermana, igual que a mi mamá”, dijo otra adolescente que vive en Quito.
Casi un tercio (28%) está fuera de las escuelas y colegios; y las que consiguen ingresar, sufren discriminación debido a su nacionalidad.
Algunas de las que no estudian, trabajan. Dentro de este grupo, al 8% no le pagan. La pobreza es una de las condiciones más crudas y generalizadas entre los migrantes. Cerca de la mitad (44%) de las participantes del estudio de Plan Internacional manifestó que, algunas veces, ha tenido que acostarse a dormir sin comer. Por su parte, el 52% reportó haber sentido preocupación porque en su casa no había suficiente comida.
¿QUÉ LES ESPERA?
Las niñas y adolescentes refugiadas y migrantes venezolanas que viven en Colombia, Ecuador y Perú expresaron que sus expectativas para el futuro se relacionan con mejorar su calidad de vida y establecerse de manera permanente en los lugares de acogida. “Tienen grandes expectativas sobre terminar su proceso de educación básica y media (secundaria) y acceder a la educación superior, lo que les permitirá construir una carrera profesional que facilite su acceso al mercado laboral formal y mejore las posibilidades de consolidar ingresos suficientes para alcanzar un bienestar material para ellas y sus familias”, señaló Plan Internacional.
El pasado 7 de junio, el presidente Guillermo Lasso anunció un nuevo proceso de regularización de migrantes venezolanos, que se complementará con estrategias de integración económica para el acceso al mercado laboral.
Este 20 de junio se celebró el Día Mundial de los Refugiados, una fecha para luchar por un mundo más inclusivo e igualitario.