Los crudos testmionios de las mujeres afganas que relatan su miedo por la llegada de los talibanes
Desde el 2001, las mujeres en Afganistán pudieron avanzar algunos pasos en cuanto a derechos humanos: accedieron a la educación, a poder trabajar y movilizarse libremente por todo el país. Asimismo, se penó la violación sexual, el matrimonio forzado y otras agresiones que en su cultura estaban normalizadas, especialmente tras el gobierno de los talibanes, entre 1996 y 2001.
Sin embargo, los extremistas islámicos han vuelto y tomaron el poder de Kabul, la capital de la nación asiática. Mientras muchas mujeres buscan escapar, otras, que no pueden hacerlo, ven con horror cómo sus derechos y todo lo que se ha construido, podría venirse abajo.
Y es que, en el pasado régimen de los talibanes, las mujeres no podían ir a la escuela o estudiar, tampoco trabajar, salir de sus casas sin un acompañante masculino, usar vestimentas que muestren los tobillos o usar prendas de colores, pues la ley consideraba que aquello marcaba un atractivo sexual para los hombres. Asimismo, no podían maquillarse, reír en voz alta y más.
Si bien esta vez los talibanes aseguran que habrá más libertades y se respetarán diversidades, la gente todavía está incrédula, especialmente por los casos que ya han empezado a hacer eco, apenas tres días después de la toma de la ciudad.
Sara, una mujer de Bamian, le contó a la BBC que escuchó que cuando los talibanes tomaron los distritos de Saighan y Kahmard, entraron a la fuerza a los hogares y contaron los vestidos, para saber cuántas mujeres vivían en cada casa. En el pasado, los talibanes se llevaron a cientos de mujeres y niñas a la fuerza.
“Prefiero que mis hijas mueran de una manera digna antes de que caigan en sus manos”, dijo Sara, asustada.
Como Sara, Safia también vive en Bamian. Ella a penas ha terminado el colegio y sueña con ser profesora de universidad. Sin embargo, siente que la llegada de los Talibanes ha destruido esas esperanzas que guardó por tanto tiempo.
“La vuelta de los talibanes supondrá para mí el encarcelamiento en mi propia casa y mi muerte, poquito a poco”, reveló.
Pero ella no es la única. Su voz representa la de muchas mujeres, como Ángela, de 18 años, quien indicó que su sueño es representar a Afganistán en unos Juegos Olímpicos, en la disciplina de taekwondo. Comentó a la BBC que todos los días se levanta a entrenar, pero que ahora no sabe cómo sentirse, pues ese sueño parece imposible de alcanzar. La jovencita mandó un mensaje a los líderes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que intervengan:
“Quiero que todo el mundo sepa, y sobre todo que Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, se imagine lo que supone que un grupo armado entre en tu ciudad por la fuerza y anuncie por radio, televisión e internet que a partir de ese día las niñas jamás volverán a ir a la escuela y que nadie tendrá ya derecho a soñar y poder llegar a ser lo que le habría gustado ser”, expresó.
Tamana, una maestra afgana, dijo que, si nadie detiene a los talibanes, sus sueños y los de cientos de mujeres se irán con ellas “a la tumba”. La docente explicó que las mujeres afganas nunca han sido responsables de ninguna guerra, pero sí los efectos colaterales de ellas.
“Jamás hemos sido las responsables de ninguna guerra, sino siempre sus víctimas, las de todos los conflictos y todas las formas de violencia ejercidas por los hombres”, defendió.
El terror del régimen talibán no solo se halla en sus políticas restrictivas, sino en sus castigos. Es conocido que entre 1996 y 2001 se aprobaron castigos como la lapidación para las mujeres que fueran acusadas de adulterio o la ejecución pública para las personas acusadas de crímenes. Apenas el pasado viernes varios adultos residentes de Kabul denunciaron que a unas niñas las azotaron por llevar “sandalias reveladoras”.
Estos miedos calan profundo. Sahar, a sus 26 años, es incapaz de dormir por las noches. Esto se debe a que tiene miedo ya que ha escuchado los tratos que le dan los talibanes a las mujeres y ahora teme por su vida y por la de las mujeres cercanas a ella. Confesó que se siente inquieta y desilusionada, porque no sabe si el mundo hará algo para ayudar a los afganes.
“Si ese grupo terrorista entra en mi ciudad, matarán a algún miembro de mi familia y me azotarán en público por llevar zapatillas de deporte y no burka”, dijo.
Khatera, otra mujer afgana de 26 años, dijo que, para los talibanes, su existencia es un error. Ella dijo que es hazara y trabaja, dos cosas que están prohibidas en la Sharía, la ley suprema del grupo islámico extremista. “Y todas estas cosas que yo soy, son para los talibanes un problema, un pecado y un crimen. Este es mi caso y el de millones de mujeres afganas”, señaló.
Ella es parte del grupo de mujeres que no pude simplemente huir del país porque debe cuidar de su madre y teme resignarse completamente a lo que la toma del poder de los talibanes representa: “el fin de mis sueños, de mis planes y, quizá, de mi propia vida”.
Otras mujeres, como Elham, quien estudiaba economía en una universidad de Herat, cuestionan la validez de todo lo que está sucediendo y las formas en las que el grupo islamista se ha hecho con el poder. La joven pidió a la comunidad internacional no dejarlas abandonadas porque los talibanes “lo único que saben es cometer atrocidades, no tienen ni idea de cómo se gobierna un país”.
Elham expresó que espera que las organizaciones de ayuda internacional al menos presionen a los talibanes para que construyan un nuevo Estado. “Será un Estado plenamente terrorista con el que tendrán que enfrentarse”, vaticinó Elham, con preocupación.
Estados Unidos invadió Afganistán en 2001 y arrasó con los Talibanes. Ese mismo año, la organización terrorista Al-Qaeda atentó contra las Torres Gemelas y los talibanes escondieron al líder, Osama bin Laden.