La historia del sacerdote que se disfrazó de traficante para salvarle la vida a un joven
Ignacio María Doñoro de los Ríos es un sacerdote católico español que actualmente está nominado al Premio Princesa de Asturias, un reconocimiento de la realeza de España para las personas que se destacan en las ciencias, artes y obras sociales. Es precisamente el trabajo social lo que le cambió la vida y la vocación a este religioso de 57 años, hace mucho tiempo.
En 1996, Doñoro fue enviado en una misión especial con la Policía Nacional de España a El Salvador. Ya trabajando ahí se enteró del caso de Manuel, un adolescente de 14 años que vivía en la región montañosa de Panchimalco y padecía una compleja enfermedad que le dejaba paralizadas varias partes de su cuerpo. Los padres del joven habían decidido venderlo a un traficante de órganos por 25 dólares.
RESCATE INESPERADO
Doñoro le contó al medio El País que él no podía creer que la vida de un ser humano costara tan poco, que le faltaban al menos otros tres ceros. Pero la necesidad de la familia de Manuel apremiaba: con esos 25 dólares esperaban poder alimentar a sus otras cuatro hijas, quienes tampoco comían a diario.
“Algo que aprendes con el tiempo es que no puedes juzgarlos: aquel niño iba a morir y lo vendían fruto de la desesperación”, explicó el sacerdote.
El religioso supo que debía intervenir. Se dejó crecer la barba, se vistió con prendas sucias y fingió ser otro traficante de órganos que llegaba a por Manuel. Ofreció 26 dólares por el adolescente y rápidamente lo metió a una camioneta alquilada y se lo llevó, antes de que los verdaderos traficantes aparezcan. Doñoro contó que desde que decidió salvarle la vida al joven hasta que conducía alejándose de la familia de Manuel, sintió “todo el miedo del mundo”.
“En unas décimas de segundo me di cuenta de que quello era el tren que pasa una vez por tu vida, que o lo tomas o lo dejas. Y que si lo tomas te va a llevar allá donde jamás pensaste que irías. Ahí fui muy consciente de que aquel niño me iba a cambiar la vida”.
Desde ese momento Ignacio se dedicaría a salvar a jóvenes como Manuel y ayudar a personas que han sido víctimas de abandono, violencia y explotación sexual. Ha viajado a misiones de rescate en Bosnia, Kosovo, Colombia, Mozambique y Perú; y en este último país fundó el Hogar de Nazaret, un centro de ayuda.
HOGAR DE NAZARET
La casa de acogida se ubica en el Amazonas peruano desde el 2011. Ahí Doñoro brinda ayuda y descanso para niños huérfanos, familias vulnerables o víctimas de trata de personas y prostitución. Para el sacerdote, “si salvas a un niño, salvas a la humanidad”, como lo dicta el Talmud.
Sobre Manuel, Ignacio indicó que el joven se recuperó de la parálisis con medicación y años después, recibió una carta de él, cuando se encontraba en el cuartel de San Sebastián, en España. En las páginas, Manuel le agradecía todo lo que había hecho y recalcaba que era “la persona más importante” para él, por haberlo salvado de una sentencia de muerte que parecía inminente.
“Hoy otro niño de la casa, que ya está terminando 4º de Psicología, me ha despertado con este mensaje: ‘Tú me has cambiado la vida, para mí ha sido un nuevo renacer’. Cuando trabajas con los más pobres de los pobres no esperas nada, pero ellos son mi mayor recompensa”, explicó el sacerdote.
El religioso también contó que la exministra de defensa española, Carme Chacón, fue otra de las impulsoras de su sueño de construir Hogar de Nazareth. La mujer habría entablado una conversación con Doñoro y le habría dicho “¡Estás equivocado, estás equivocado! Y si te mueres mañana..., ¿qué pasa? Los sueños hay que cumplirlos ahora”. Las palabras y el hecho de que Chacón haya muerto tan joven, le dieron la fuerza necesaria al sacerdote para emprender su sueño.
Hoy a Hogar de Nazareth llegan toda clase de niños con condiciones graves de salud. De acuerdo con El País, el centro de acogida tiene un presupuesto de aproximadamente 9.500 dólares al mes y reciben donativos.
Para el sacerdote, el gran problema de la niñez es el de la mujer. “Para mí es una gozada ser agente de cambio y que la vida de estas niñas no sea quedarse embarazadas y estar atadas a un hombre y puedan desarrollar sus propias habilidades”, dijo.
Contó que está muy entusiasmado porque quiere expandir el centro de acogida y además ya ha empezado la construcción de la segunda fase de su proyecto: una escuela de ingeniería. “Sacar a los niños y las niñas del basurero para que puedan ser ingenieros, no te puedes imaginar lo que significa, no solo para ellos, sino para su familia, la comunidad y la sociedad. Esa es la verdadera revolución social”, afirmó.