La bella historia de amor de Martin Luther King Jr. y Coretta Scott, activistas históricos por los derechos de la comunidad afroamericana en EE.UU
Solo tomó una cita entre ambos para que Martin Luther King Jr, figura legendaria de la lucha por el reconocimiento de los derechos de la población afroamericana en EE.UU, sueñe con que Coretta Scott fuera su esposa. Su anhelo cuál se cumplió en 1953, y la pareja de recién casados se convirtió en una de las más emblemáticas de Norteamérica por su activismo.
Coretta recuerda con gracia la primera impresión que Martin causó en ella cuando le abrió la puerta de su casa, en una noche de 1951. Bajito y con una cara de bebé porque estaba recién afeitado. Todo contento debido a que la chica que lo tenía enamorado le había dicho que la pase a recoger para salir.
La infancia de Coretta Scott, la futura esposa del reconocido líder de la comunidad afroamericana, Martin Luther King Jr, fue muy dura en un principio.
Nacida en 1927, Coretta, siendo tan solo una niña, ayudaba a su familia recogiendo algodón durante el periodo de la Gran Depresión en Estados Unidos. Logró graduarse con excelentes notas de la escuela, y esto le otorgó la oportunidad, ya con casi 20 años, de aprovechar una beca y estudiar en Boston, donde también se encontraba Martin.
Martin se encontraba en la Universidad de Boston tras haber obtenido un título en Teología a los 19 años. Buscaba conseguir un doctorado en Teología sistemática. Era un chico sumamente inteligente, como lo recordaban sus profesores y compañeros.
Una tarde, mientras conversaba con una amiga de su universidad llamada Mary Lann, le preguntó si conocía a chicas sureñas. Mary, inmediatamente pensó en Coretta, quién era la nueva alumna de su clase de música, y al día siguiente, le propuso a su amiga salir con Martin. Mary sabía que él era un gran chico y pensaba que podían formar una bonita pareja.
Coretta al principio no estaba para nada interesada en la idea de conocer a chicos nuevos. Idealizaba a Martin como a un chico muy estricto por la iglesia. Entre risas, desestimó la proposición de su amiga Mary, pero la idea no se fue totalmente de su mente.
Tras varios días, volvió donde Mary, y con una pequeña mirada de complicidad y mejillas sonrojadas, confesó que lo intentaría. Solo iría para conocerlo, eso era todo, le contó a su amiga.
La primera vez que hablaron fue por teléfono. "Era como Napoleón en Waterloo antes de que me hechizaras", le dijo Martin. Coretta, a quién le dio mucha gracia su intento de cumplido, asomó una pequeña sonrisa, y le dijo "Ni siquiera me conoces aún". No obstante, la llamada los había conectado, y pudieron seguir hablando por horas con facilidad.
Llegó el día en el que Martin pasó a recogerla en su Chevy verde. A pesar de que Coretta se sorprendió por el hecho de que Martin era un poco bajo (medía 1.67), lo saludó con gran cariño. Tuvieron varias citas, en las que pasearon por la ciudad hasta el anochecer.
Martin ya soñaba con que Coretta fuera su esposa, y hasta se lo había dicho en su tercera cita. "Tienes todo lo que siempre he querido en una esposa: carácter, inteligencia, personalidad y belleza". Coretta solo lo veía con ojos grandes, desafiándolo en su mente a que llegue tan lejos como para pedir su mano.
De hecho, después de dos semanas de haberla conocido, Martin Luther le había escrito una carta a su madre diciendo que había conocido a su futura esposa. Él estaba encantado totalmente.
Coretta confesaría en el futuro que ya se hacía una idea de que hombre sería Martin, ya que sus citas se constituían en gran parte de largas discusiones acerca de política, mezcladas con divertidas anécdotas de ambos.
Después de unos meses, en agosto de 1952, Coretta conoció a los padres de Martin, quienes la trataron como a su propia familia. Ya mucho más enamorada, Coretta le dijo a su prima, Edith Scott, que Martin le recordaba en cierta forma a su padre.
En San Valentín de 1953, Coretta y Martin anunciaron a todos sus planes de casarse en junio, de ese mismo año. No podían contener las ganas ya de iniciar la vida del matrimonio.
Lo hicieron en la casa de los padres del futuro esposo, en Alabama. Frente a amigos y familiares, Martin, quién vestía una larga camisa blanca con un corbatín negro se unió en matrimonio a Coretta, que llevaba un largo vestido blanco.
Pasaron una luna de miel peculiar, en la casa de un amigo de Martin que se dedicaba a preparar cadáveres para los funerales. Un poco aterrador según "Cori", como Martin solía llamarla de cariño, pero en sus siguientes años bromearon incontables veces con esa experiencia.
La pareja construyó una casa en Montgomery, Alabama en 1954 y tuvieron cuatro hijos: Yolanda, Martin Luther III, Dexter y Bernice. A lo largo de su nueva vida juntos, casi 15 años, Martin y Coretta trabajaron en movimientos civiles de paz, que exigían el reconocimiento de los derechos de la población afroamericana de Estados Unidos, en una época donde eran segregados y discriminados por las leyes del país.
Eran una pareja extremadamente respetada e influyente. Martin se posicionó como uno de los activistas sociales más grandes del mundo. Su discurso en 1963, conocido con el nombre de "I have a dream" (Tengo un sueño), en el que expresaba sus anhelos de vivir en un país donde la población afroamericana sea aceptada tal como las otras razas, marcó un antes y después en la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos.
Coretta estaba extremadamente orgullosa de él, y su propio papel como activista, en aquella época en donde era tan necesario ver a una mujer afroamericana en esa posición, fue motivo de inspiración para muchas niñas pequeñas.
El fin de la relación llegó junto al mismo fin de la vida de Martin. Un segregacionista blanco le disparó mientras daba un discurso por los derechos de trabajadores afroamericanos en 1968. Su muerte fue honrada con el primer día de luto dedicado a un hombre afroamericano en Estados Unidos.
Coretta, ahora viuda y acompañada de sus 4 hijos, continuó con el legado de su esposo, siguiendo una vida totalmente dedicada al activismo por las personas afroamericanas, no solo de Estados Unidos, sino del mundo. Tuvo una larga vida, recordaba a su marido siempre con un orgullo indescriptible. El 30 de enero del 2006, falleció de manera pacífica en México, reuniéndose por fin con Martin en el paraíso en el que tanto creían.