Exreclusos narran el "infierno" que se vive en una cárcel de Nueva York, conocida como "isla de la tortura"
Por ella pasaron desde el productor de cine Harvey Weinstein hasta el rapero Tupac Shakur o el exdirector francés del FMI Dominique Strauss-Kahn. La famosa cárcel de la Isla de Rikers está en la mira tras la muerte de al menos nueve presos este año.
Autoridades que visitaron la cárcel esta semana y antiguos presos que hablaron con la AFP, dicen que las condiciones se han deteriorado sustancialmente en el enorme complejo debido a la falta de personal durante la pandemia.
"Es el salvaje oeste ahí dentro", dice Johnny Pérez, que pasó varias temporadas en Rikers entre 1996 y 2001 por acusaciones de robo y posesión de armas.
Para Glenn Martin, que fue apuñalado cuatro veces en un ataque durante su estancia de tres años en Rikers, es un "agujero infernal". Martin llegó a esa cárcel tras ser detenido por un hurto en una tienda cuando tenía 16 años a finales de los 80.
"Por algo la denominan escuela de gladiadores", dice este hombre de 59 años a la AFP, antes de recordar que también se la conoce como la "isla de la tortura".
Marvin Mayfield, que pasó 22 meses en dos condenas en la década de 1980 y 2007 por atraco, dice que Rikers deja "una mancha en el alma a cualquiera" que haya estado en ella.
Con su reputación de antro de violencia, la prisión abrió en 1932, y en ella purgaron su pena el asesino de John Lennon, Mark David Chapman, y Sid Vicious del grupo Sex Pistols.
Muchos dicen que los incidentes contra detenidos y guardianes ocurren por su aislamiento en medio del East River (Río Este), entre las comunas del Bronx y Queens.
Pero legisladores y activistas alegan que la situación se ha ido de las manos en los últimos meses, debido a la inseguridad tanto para los presos como para sus guardianes.
Denuncian que el centro incumple servicios sanitarios mínimos y los intentos de suicidio están en aumento.
"Lo que vi fue una crisis humanitaria. Una casa de los horrores de abuso y abandono", dice la legisladora del Estado de Nueva York Emily Gallagher, que visitó el centro esta semana.
"Hay basura por todas partes, alimentos podridos, colillas, cucarachas, gusanos en las duchas, heces y orina", tuiteó Gallagher, que aseguró que los presos que presentan alguna fractura no son tratados.
El departamento de corrección de la Ciudad de Nueva York (DOC) asegura que nueve personas han muerto en Rikers en lo que va de año, frente a las siete el año pasado y tres en 2019. La prensa local informa de 10 muertes en 2021, de ellos al menos 5 por suicidio.
El DOC lucha contra la falta de personal desde hace meses, lo que ha dejado a los presos a su propia suerte.
- Planes de cierre -
Unos 2.700 guardias -casi un tercio del total de toda la ciudad- están de baja, algunos debido al coronavirus que se ha ensañado con las cárceles en Estados Unidos.
Los sindicatos aseguran que el personal está sobrepasado ya que tienen que hacer hasta tres turnos seguidos.
También denuncian que muchos se ausentan por la falta de seguridad.
El alcalde Bill de Blasio lanzó esta semana un plan de emergencia para contratar más personal y penalizar las ausencias injustificadas.
La propuesta incluye asimismo, la reparación de puertas rotas y limpieza.
El viernes, la gobernadora del Estado Kathy Hochul anunció la liberación inmediata de 191 internos para tratar de descomprimir la "volátil" situación.
El número de presos en Rikers ha pasado de unos 20.000 en la década de los 1990 a 6.000 actualmente. La mayoría son negros y latinos que esperan su juicio.
Pérez ha vuelto de visita para hacer trabajo social y asegura que las condiciones no han mejorado desde que fue liberado.
"Es diez veces peor", dice a la AFP.
Abogados y criminólogos llevan años reclamando el cierre de la cárcel debido al deterioro de las instalaciones y a su reputación de violencia.
Su cierre está previsto para 2026. El alcalde había lanzado un proyecto de 8.700 millones de dólares para construir cuatro centros más pequeños para reemplazarla, pero deja el cargo a finales de año.
Ni Pérez ni Martin ni Mayfield, que ahora son activistas para reformar la justicia, creen que vaya a cerrar.
"Es un cáncer. No se puede arreglar. Debe ser destruida", concluye Mayfield, de 59 años.