Hilando historias en el Austro ecuatoriano
Foto: cortesía Mónica Malo
La artista cuencana Mónica Malo Piedra usa telares artesanales para sus creaciones. Ella comparte sus conocimientos sobre las técnicas ancestrales con las comunidades rurales del Austro.
A través de la observación y de su innata curiosidad, la artista cuencana incursionó en el mundo de los telares. “Desde niña vi a mi madre tejer en palillo o croché. Luego busqué algo que me permitiera crear mis diseños. Hice pintura en acuarela, cerámica, grabado, pintura sobre vidrio. Hasta que descubrí que mi vocación era el tejido en telares”, cuenta Mónica Malo Piedra.
Al inicio hizo sola sus primeros tejidos. Luego aprendió diferentes técnicas y procesos de tejeduría en telar de alto liso o telar vertical con el instructor uruguayo Carlos Bermúdez en el Centro Interamericano de Artes Populares (CIDAP) en Cuenca.
Sus primeros trabajos fueron reconocidos por expertos del Instituto Ítalo-Latino Americano. Con ellos aprendió la técnica del telar de lanzadera, hilatura, tejeduría y tintorería natural con seda. Además realizó pasantías en las ciudades de Mérida (Venezuela) y Como (Italia).
En ese trayecto no perdió de vista lo que sucedía casa adentro. Su trabajo se enfocó en investigar y experimentar diseños y técnicas ancestrales. A la par, ella compartía sus conocimientos y su pasión por los textiles en las comunidades indígenas del Austro.
TEJIDO A MANO
“En el país se ha perdido el simbolismo de los tejidos en cuanto a diseños y elaboración. A mí me marcaron las palabras que el amauta (maestro) peruano Carlos Milla Villena me dijo un día: ‘quien sabe tejer, sabe el arte de la vida’”, relata Malo Piedra.
Con esa premisa, ella recordó las técnicas ancestrales, como la tintorería natural, a los habitantes de las localidades rurales. Esa coloración de los hilos fue sustituida por el uso de anilinas artificiales que se consiguen con facilidad en las ciudades.
En Susudel se impulsó el proyecto "Tejedoras de sueños"
para que se mejore la calidad de los ponchos, chalinas y
tapices hechos en telares tradicionales.
Lo mismo hizo con el hilado a mano. “Se veía como venido a menos. En las comunidades sólo se veía a ancianas tejiendo, las jóvenes ya no querían”, afirma la artista de 49 años.
El primer paso lo dio junto a las mujeres de la parroquia Susudel, en el cantón Oña, al sur de la provincia del Azuay. Allí ejecutó hace 15 años el proyecto “Tejedoras de sueños” con integrantes de la Asociación Hatun Cóndor. Ellas continúan confeccionando ponchos, chalinas, tapices y bolsos en su taller situado junto a la iglesia.
Otro de los ámbitos que incluyó en su propuesta fue la recuperación de la memoria ancestral a través de los tejidos en telar de alto liso. Por medio de esa herramienta, ella estudió la iconografía y la semiótica andina. En sus obras expresa la cosmovisión del mundo andino a través del simbolismo representado por animales como el colibrí, el cóndor, el jaguar. También aplica ideas contemporáneas, pero sin abandonar las técnicas ancestrales.
TELARES ANDINOS
En su investigación determinó que hay distintos telares en el país. En el Austro se trabaja con el telar de cintura (maki awana). Mientras que el telar de lanzadera, introducido por los españoles, se usa más en Otavalo (Imbabura) y Saraguro (Loja). En cambio, en casi toda la Sierra se usa el telar de alto liso.
La importancia de esas herramientas no se debe a lo que se confecciona, sino al simbolismo que guardan. Por ejemplo, las piezas del telar vertical tienen un significado. El palo transversal superior representa el cielo o al padre, el inferior a la madre o la tierra, el izquierdo representa el lado femenino y el derecho el lado masculino. “Lo que está al medio, lo que se teje, es como los hijos, la vida o los sueños”, afirma Mónica Malo.
A mano. En Cuenca y en las áreas rurales del Austro, Mónica Malo
organiza talleres en los que resalta las técnicas ancestrales como
la tintorería natural y la iconografía andina.
Esos hijos o esos sueños se traducen en el Austro en diferentes tejidos como las fajas cañaris que se usan para rituales en honor al sol. Otras son las macanas de ikat, que se elaboran en Gualaceo, que se distinguen por sus diseños y colores. En esa lista no puede faltar la pollera, prenda característica de la chola cuencana.
DE TEXTILES A ARTE
“Para mí un artista, antes de serlo, debe ser artesano. Se convierte en arte cuando los diseños y elementos son originales, no se repiten y presentan un significado”, señala.
Entre sus creaciones se encuentran tapices, alfombras, ponchos, bufandas, chales. Para hacerlos usa lana de oveja, alpaca, algodón, seda. Ella aplica procesos manuales y artesanales a esas fibras. “Evito los materiales que no son naturales, por razones ecológicas y de recuperación de la sabiduría ancestral”, destaca la tejedora.
Gracias a sus tejidos ha recibido premios y reconocimientos del CIDAP y de ProEcuador que la sitúan entre las mejores artesanas del país. Sus productos se han comercializado en Italia, Bélgica, Suiza y España.
En sus textiles aplica procesos manuales y artesanales
desde la hilatura hasta la confección.
En la actualidad realiza sola sus diseños y sus textiles en su taller Killa Arte Textil, ubicado en Jardines del Río, al norte de Cuenca. En casos excepcionales recurre a la ayuda de las tejedoras de Susudel y Saraguro.
Pero todavía tiene un eslabón por resolver. “El precio de un producto natural realizado a mano es superior al elaborado por la industria, pero la calidad y exclusividad no tienen comparación. La proliferación de tejidos sintéticos nos lleva incluso a una pérdida de nuestra identidad andina y artesanal”.
Los precios de sus productos dependen de la complejidad del diseño y de los materiales empleados. Una bufanda se encuentra desde los 20 dólares y un tapiz puede costar hasta mil dólares.
“El reconocimiento es lo único que los puede salvar. Mi lucha es la defensa de esos tejidos tradicionales y naturales sobre los sintéticos”, concluye Mónica Malo Piedra.