Guarderías con bajas notas
Un informe publicado a fines de 2015 del Banco Interamericano de Desarrollo, realizado por solicitud del Gobierno, cuestiona la calidad del personal de los Centros Infantiles del Buen Vivir, o guarderías estatales.
Los ecuatorianos que nacieron antes del año 2000 por lo general pasaron sus primeros años en la casa con su madre, abuela o niñera, y fueron a su “primer día de clases” entre los cuatro y cinco años. Hoy esto ha cambiado drásticamente. El número de niños matriculados en guarderías públicas y privadas pasó del tres por ciento de la población infantil en el año 2000 al 23 por ciento en 2014. En el país hay alrededor de un millón de niños menores de tres años y casi la cuarta parte, unos 230 mil pequeños, asiste a guarderías. Pero la primera generación de ecuatorianos escolarizados desde tan chicos son dejados todos los días hasta por ocho horas en centros infantiles cuya calidad está en duda, y que podrían tener efectos nulos o incluso perjudiciales en su desarrollo.
Hasta ahora, el cuidado infantil en el país se ha implementado por prueba y error. En 2011 funcionaban unas 3.800 guarderías estatales, llamadas Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV), que atendían a 140 mil niños; hoy la cobertura ha bajado a unas 2.350 guarderías que cuidan a 97 mil niños, una vez que el Ministerio de Inclusión Económica y Social decidió no renovar los convenios con varios centros que funcionaban con bajos niveles de calidad. Esto no quiere decir necesariamente que esas guarderías cerraron, muchas siguen atendiendo de forma privada, cobrando a los padres una mensualidad.
Una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que recogió datos durante 2012 y publicó sus hallazgos en octubre de 2015, liderada por la economista ecuatoriana María Caridad Araujo, y realizada “por solicitud del gobierno”, estudió a 404 guarderías estatales de todo el país e identificó varios problemas: en promedio, las “cuidadoras” de los niños no habían completado la secundaria, y tanto ellas como las “coordinadoras” de los centros, que deben tener título universitario, obtienen puntuaciones muy bajas en exámenes sobre desarrollo infantil. Además, aunque está prohibido, muchos de los CIBV cobraban a los padres un “copago”. “Muchos padres reportaron que les cobraban porque el centro no contaba con liquidez para gastos elementales de mantenimiento y materiales. El presupuesto cubría salarios y alimentación, pero no había una caja adicional”, explica Araujo. Aunque en promedio cada cuidadora de estos centros atiende a ocho niños, se encontraron guarderías donde la carga de bebés era más alta. Desde que se recabaron los datos para este estudio el MIES ha suspendido convenios con 238 de las guarderías analizadas por el BID.
FALTA SENSIBILIDAD
Hay amplios estudios sobre la importancia de los primeros mil días de vida del ser humano, sobre cómo la salud (en Ecuador un 24 por ciento de los niños aún sufre de desnutrición crónica) y la estimulación en los primeros tres años son determinantes para el desarrollo mental y emocional. En Latinoamérica hay una expansión de jardines de cuidado infantil, que en el caso de Ecuador, está impulsada por el sector público y tiene la finalidad de incorporar a la mujer al mercado laboral, dice Araujo.
En las guarderías estatales se sirve desayuno, almuerzo,
dos refrigerios y suplementos nutricionales.
Foto: Ministerio de Inclusión Económica y Social
Un investigador local que ha estudiado este tema es el actual director del Instituto Nacional de Estadística y Censos, José Rosero. Ya en 2011, Rosero identificó que en los niños que asistían a los centros de desarrollo infantil en el país exhibían resultados nulos en su desarrollo social y motor y hasta negativos en su estado nutricional, de cognición y desarrollo de vocabulario, en comparación con niños que se quedaron en casa. Además, las madres de estos niños tenían interacciones menos afectivas con sus hijos. Es decir, en Ecuador es más probable que un niño que asiste a una guardería quede rezagado en su desarrollo mental y emocional.
Para el reciente estudio del BID se filmaron jornadas en las guarderías y se aplicaron varios exámenes que miden la calidad de las interacciones entre los adultos y los niños, para evaluar el “apoyo emocional y conductual”, es decir, si las maestras logran promover el bienestar emocional de los niños, y el “apoyo motivador del aprendizaje”.
En el área emocional, los puntajes son medios y bajos. Las cuidadoras califican pobremente en categorías como “sensibilidad del educador” y el 98,8 por ciento obtiene el puntaje más bajo en “consideración por la perspectiva de los niños”. “Esto quiere decir que las cuidadoras no están atentas a los intereses de los niños, que no observan, que no responden. Por ejemplo, si el bebé pone interés en un ladrido, el adulto puede generar un diálogo, decirle que es un perro, provocarle una experiencia de aprendizaje, o puede ignorar el interés del niño y seguir con su rutina”, explica Araujo.
POCO DIÁLOGO
En los exámenes para medir aprendizaje, los puntajes son más bajos aún. En “modelaje lingüístico”, que es básicamente conversar con los niños y que es un aspecto “crítico para la adquisición y desarrollo de lenguaje que ocurre precisamente en los primeros tres años de vida, los CIBV enfrentan un enorme desafío”, indica el informe. También hay malas notas en la “calidad de la retroalimentación” y en la “facilitación del aprendizaje”.
Es decir, las cuidadoras en su mayoría se limitan a pasar el día con los niños, pero muchas ni siquiera les hablan. “Las interacciones son muy pobres, con muy poco diálogo”, dice Araujo. “No todo el personal está capacitado para trabajar con niños tan pequeños, no conocen la importancia de las interacciones uno a uno, del apego, e incluso por razones administrativas no es posible que se de este apego si hay mucha rotación de personal”.
Una cuidadora intenta que 12 bebés se queden viendo televisión
durante una visita de la ministra coordinadora de Desarrollo Social,
Cecilia Vaca, al CIBV de Macará, en octubre de 2015.
Para atender a las guarderías, el MIES trabaja a través de instituciones ejecutoras que son las que contratan al personal. Recién se acaba de revisar esa política y se anunció que parte del personal de los CIBV podrá recibir un “nombramiento provisional”.
Es urgente, concluye Araujo, un programa de capacitación y mentoría en que profesionales expertos acudan personalmente a los centros infantiles, acompañen a las cuidadoras en su jornada y les enseñen lo que deben hacer mejor. Araujo insiste en que la capacitación no debe ser teórica. “El cambio no se va a dar en una aula, escuchando una clase”.
CAPACITACIÓN VIRTUAL
Vistazo solicitó al Ministerio de Inclusión Económica y Social y al Ministerio Coordinador de Desarrollo Social una opinión sobre este estudio, pero hasta el cierre de esta edición no recibimos respuesta. El MIES destaca en su rendición de cuentas que se ha capacitado a 12 mil educadoras para mejorar la calidad de los servicios; y que está en curso un proyecto que cuesta unos 4 millones de dólares al año para “profesionalizar” a las cuidadoras. La carrera Tecnología en Desarrollo Infantil se imparte ya en institutos superiores, pero en gran parte implica estudiar contenidos en una plataforma virtual.
En contraste, el año pasado se invirtieron 6,5 millones de dólares en construir los 16 nuevos Centros Infantiles del Buen Vivir Emblemáticos, los grandes y modernos edificios que cuestan en promedio 400 mil dólares cada uno. Araujo reconoce los esfuerzos del Gobierno por invertir en la primera infancia, pero advierte que “los desafíos son grandes y persisten, me parece muy importante invertir en la calidad antes de expandir rápidamente la cobertura de servicios”.
Lea el informe completo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID): La calidad de los Centros Infantiles del Buen Vivir en Ecuador