Diez años después, la doble sombra de Arafat aún marca la senda palestina

Redacción
Un palestino lleva una camiseta y un cartel con el rostro de Arafat en Al-Azhar, ciudad de Gaza. Foto: REUTERS/Suhaib Salem

Javier Martín

 Ramala (Cisjordania).- Ambos convergieron hoy, con la misma añoranza, en la Mukata, sede oficial de la presidencia palestina, abarrotada por las miles de personas que en medio de un ambiente festivo quisieron reivindicar su legado y su figura.

 "Arafat es nuestro líder ahora y siempre. Creó el sueño del estado palestino y de su causa en todo el mundo. Este estado no quiere decir que sea débil, que no lo es, pero necesita mejorar y ser aceptado en el mundo", explicó a Efe Sara Sayesh, estudiante de 23 años de Ramala.

 Nacida en 1991, apenas unos meses antes de que comenzaran los contactos que desembocaron en la conferencia de Madrid (1992) y los Acuerdos de Oslo (1993) -base de la actual negociación- Sara se define como miembro de esa generación palestina que confía en el diálogo y huye del sonido de las armas.

Video tomado de AFPES

 Una generación de jóvenes palestinos que como Amr, de 23 años, creen que solo el reconocimiento pleno de Palestina puede romper el círculo vicioso en el que ha entrado la negociación desde que en 1999 expirara el plazo establecido en Oslo para la declaración del estado palestino.

 Se necesita "de un mejor hacer de los europeos y de Estados Unidos. Arafat sentó los mínimos. Veo que algún día tendremos un Estado. Todo el mundo habla de la solución de los dos estados y nosotros creemos en ella; es la única solución que tenemos", agregó Sara.

 Igual de risueño, Amr paseaba con orgullo por la Mukata, a los pies del mausoleo, una bandera de Suecia, que destacaba entre los cientos de blasones de Al Fatah, escudos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y enseñas nacionales palestinas.

 "Suecia ha marcado el camino. Si todos los países siguieran sus pasos, Israel no podría hacer lo que quisiera y seguir ocupando Palestina", aseguró el joven, en referencia a la reciente decisión de Estocolmo de reconocer el estado de Palestina, primer país de la UE en hacerlo.

 En el amplio patio, Fakhri Bargouti, uno de los hombres que más años de su vida ha pasado en una cárcel israelí, era la viva imagen de otra época, aquella en la que "Abu Amar" -nombre de guerra de Arafat- estaba considerado uno de los apóstoles del terrorismo internacional.

 Acusado, junto a su hermano Nael, de plantar una bomba que en 1978 segó la vida de un soldado israelí cerca de una colonia judía en los alrededores de Ramala, fue arrestado con 24 años y pasó 33 en prisión.

 "Debemos mantener la lucha contra la ocupación. El futuro es una Palestina independiente y libre. No podemos ceder ahora y perder todo lo que hemos conseguido en este tiempo", explicó Bargouthi, uno de cuyos hijos también ha conocido las prisiones israelíes.

 El punto de encuentro entre ambas generaciones miraba este martes hacia el estrado principal, donde el actual presidente palestino, Mahmud Abas, volvió a luchar contra una sombra que le ampara y le persigue.

 Débil para unos por haber acallado las armas, incapaz para otros por no haber conseguido conservar la "unidad palestina" y visionario hombre de paz para los menos por haber iniciado la lucha diplomática, Abas quiso hoy asentar su poder con un ataque al grupo islamista Hamás.

 Abas aseguró que el futuro del Estado palestino está en Ramala, criticó la cadena de explosiones que el viernes afectó a líderes de Al Fatah en Gaza y apeló de nuevo a la unidad como única vía hacia la solución.

 "Abas no es Abu Amar, pero tampoco es Yaser el negociador. Su visión es otra. Quizá a la postre será un héroe para los palestinos, pero nunca su líder como lo fue Arafat. No hay otro", explicó a Efe Hamid al Sari, simpatizante de la OLP.

 De las muchas imágenes de Arafat que este martes surcaron la Mukata -reales, como los carteles en los que se veía al líder con un kalashnikov delante de la mezquita de Al Aqsa- y mentales, destacó aquella de su primer discurso en la ONU, en el que mostró la pistola y la rama de olivo.

 "Volvemos a estar en esa disyuntiva. Observar su vida y su legado y decidir que camino nos interesa", concluye Hamid.

 El que marcan Sara y Amr, aferrados a la bandera, a la esperanza de la palabra; o aquellos que aún le recuerdan con el kalashnikov al hombro y la kufiya sobre la casaca militar, preparados para una tercera intifada. EFE