Alegre, carismática y trabajadora. Así era Roxana Montaño, una de las cinco víctimas que dejó un ataque con explosivos en el barrio guayaquileño Cristo del Consuelo. Tras una semana del crimen, su familia, al igual que los demás habitantes de este populoso sector, están a la espera de que se concreten los ofrecimientos de las autoridades.
Ubicada en el suroeste de Guayaquil, esta zona se conocida por el baile urbano y la salsa , así como por la devoción Católica. Desde aquí parte una de las procesiones religiosas más multitudinarias del país durante Semana Santa: la Procesión del Cristo del Consuelo. Pero es también una de las áreas más olvidadas de la ciudad.
La falta de acceso a servicios básicos, educación, salud y fuentes de empleo marcan la vida de sus habitantes. A esto hay que sumarle la ola de inseguridad, robos y sicariatos.
Roxana Montaño vivió en este barrio toda su vida. Tenía 37 años y una gran sonrisa que contagiaba a todo aquel que la conocía, aseguran sus amigos y familiares.
“Era una buena madre, una mujer que todos los días luchaba por salir adelante. Nosotros trabajamos de domingo a domingo”, dice *Carlos, su pareja y padre de uno de sus hijos.
Era la cabeza del hogar. Bajo su cargo no solo estaban sus dos hijos, de 8 y 21 años, sino también su madre y su nieta, de tres años. Por ellos cumplía con dos trabajos, en los cuales dejó una gran huella.
La psicóloga Paola Cercado conoció a Roxana hace más de cinco años, cuando la contrató para ser parte de su restaurante. Tiempo después, el negocio quebró, pero Roxana fue llamada nuevamente, esta vez como trabajadora doméstica.
“Era una persona muy alegre, se la sentía llegar. No solo tenía una buena relación conmigo y mi esposo, sino con toda la familia. Mis padres la querían bastante. Mi papá era muy feliz cuando iba a mi casa porque le preparaba encocado o ceviche. Siempre trataba de hacernos felices”, recuerda Paola.
La relación entre las dos se afianzó más luego del nacimiento del hijo de Paola. “El primer mes, no quiso faltar ni un solo día porque yo estaba delicada. Me ayudó a cuidar al bebé. Ella le decía ‘mi hijo’ y si estaba enfermo, me escribía a cualquier hora”.
Roxana también brindaba servicios en la casa de unos amigos de Paola, quienes están dolidos por su partida. Cuentan que ella era de esas personas que dejan huella en cualquier lugar que pisan.
“Si iba a trabajar un día a su casa, se ganaba la confianza, el corazón y tú querías volverla a ver porque era muy divertida”, describe su jefa.
La noche del sábado 13 de agosto, Roxana y su esposo dejaron a su hijo Andrés* en una fiesta infantil, ellos se movilizaron luego a casa de la madre de Carlos* hasta que se cumpliera el horario de la celebración. Tras recoger al niño, Carlos le planteó a Roxana que se quedaran a dormir en el hogar de su madre porque ya era muy tarde, pero ella dijo que no porque debía madrugar.
Solo Roxana y su hijo regresaron a la vivienda ubicada en la Calle Ocho, ahí ya se encontraban su madre y su hija Nicol* de 21 años.
“Yo estaba conversando con unas amigas que me vinieron a ver para salir a una fiesta, por suerte me sacaron de la casa como a las doce de la noche. Alrededor de las tres de la mañana, escuché una gran exposición. Cuando regresé, vi a mi mamá tirada en el piso, ya estaba muerta”, relata Nicol, quien corrió a la casa de su padrastro para dar aviso de lo que había ocurrido.
Carlos describe que cuando llegó “parecía una zona de guerra”. Le dijeron que su esposa fue llevada a un hospital. Mientras su hijo había sido rescatado por unos vecinos. Estaba ensangrentado. De inmediato, lo llevó a una casa de salud, poco después se enteró de que Roxana había fallecido.
“Regresé una hora después a la Calle Ocho, preguntaba por Roxana. El señor agente me dijo cálmate y me abrazó. Me imaginé lo peor porque había una sábana blanca cubriendo un cadáver”.
Al parecer, Roxana habría fallecido por salvar a su familia. En la Calle Ocho era común escuchar balaceras, peleas y hasta apuñalamientos. Los ciudadanos estaban acostumbrados a asomar la cabeza por la ventana, verificar si el enfrentamiento era fuerte y esconderse.
Eso fue lo que pasó la madrugada del domingo 14 de agosto. Roxana escuchó las balas, salió al balcón y se dio cuenta de que unos sujetos lanzaron un saco cerca de su casa.
“Su reacción fue inmediata. Levantó a su hijo y a su mamá para que corran de la casa. El bebé del susto salió corriendo primero, luego la mamá y cuando ella iba a correr lamentablemente la bomba le explotó prácticamente en la cara”, comentó Paola Cercado.
Producto de la onda expansiva, la madre de Roxana y su hijo resultaron heridos, fueron llevados luego a una casa de salud para sanar sus lesiones. Actualmente, se encuentran estables.
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La casa de Roxana quedó completamente destruida. Los dos pisos de construcción mixta están a punto de desplomarse y lo poco que quedó no se puede sacar porque la escalera externa se dañó. Además, la familia tuvo que separarse, cada uno está en un hogar distinto.
Los familiares de la víctima piden que se cumplan las promesas del Municipio y del Gobierno de reconstruir este hogar.
“Al momento no ha llegado ninguna ayuda, solo los jefes de mi mujer. Necesitamos asistencia psicológica y medicina para mi hijo. Y en cuanto a los sujetos que cometieron este acto, hay un Dios que tarda, pero nunca olvida. Dañaron la vida de muchas personas”, dice Carlos.
También solicitan ayuda para todos los afectados por el ataque: “Es un peso que ellos van a cargar para toda su vida. Les pido a las autoridades que no se olviden de estas personas. No solo porque estén en campaña política. Quisiera que realmente pongan su corazón en esto”, puntualizó psicóloga Paola Cercado.
A Roxana le pasó factura la inacción de los funcionarios municipales y estatales que han abandonado estos sectores marginados de la ciudad. Como el Cristo del Consuelo, hay más lugares del país que requieren una pronta intervención, antes de que otra catástrofe vuelva a enlutar al país.
*Nombres protegidos