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Incompetencia judicial: ¿Abusaron Glas y alias 'Rasquiña' del habeas corpus?

La excarcelación del tres veces sentenciado por corrupción Jorge Glas Espinel, ha sido cuestionada en forma y en fondo.

martes, 10 mayo 2022 - 09:21
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La excarcelación del tres veces sentenciado por corrupción Jorge Glas Espinel, ha sido cuestionada en forma y en fondo. Quienes debieron oponerse no lo hicieron. El mensaje fue: “Aquí puede pasar cualquier cosa si hay los medios para lograrlo”. Vivimos una justicia que no es justicia...

El 19 de febrero de 2018, Carolina Astudillo Santos presentó por cuarta ocasión un recurso de habeas corpus fundamentada en que padece de una enfermedad catastrófica. Llevaba 400 días detenida y por cuarta vez se lo negaron. Su calvario empezó a finales del gobierno de Rafael Correa y su delito fue haber sido durante 30 años la secretaria de un abogado muy cercano al Partido Social Cristiano y cuya cabeza quería ser mostrada a la audiencia antes de la elección presidencial de 2017. A Carolina la acusaron de lavado de activos pues según la Fiscalía de entonces, ella habría viajado varias veces a Panamá a depositar cientos de miles de dólares de negocios de su jefe, aunque su movimiento migratorio no decía lo mismo. Hasta llegó a ser condenada, en primera instancia a 17 años de prisión. Meses después y con su cáncer agravado, se le reconoció su inocencia. La justicia no fue justicia.

El habeas corpus es el mismo recurso al que se acogió el exvicepresidente de la República, Jorge Glas y con el cual, entrada la noche, le otorgaron la libertad. Para Glas era el tercer intento de habeas corpus ya que los anteriores le habían sido negados. Una de las primeras cosas que llamó la atención fue que ese recurso fue presentado en Manglaralto, perteneciente al cantón Santa Elena en la provincia del mismo nombre. Este poblado costero está a nueve horas en carro del Centro de Privación de Libertad Cotopaxi donde -era público- se encontraba el condenado.

Byron López, columnista de diario Expreso, cree que la justicia ecuatoriana debe comprender “que está atravesando por una etapa de desprestigio y de incredulidad por su falta de solvencia ética y jurídica”. Y que “cuando un país pierde la fe en los operadores de justicia camina más rápido al despeñadero”.

Habeas corpus al granel

Nacido en Inglaterra antes del siglo XIII, la figura del habeas corpus se ha casi generalizado en América, aunque algunos países como en México o Chile se la encuentra en el capítulo destinado a los “amparos”.

En el Ecuador, hasta la Constitución de 1998 el objetivo fue que: “Toda persona que crea estar ilegalmente privada de su libertad, podrá acogerse al habeas corpus”. El recurso se tramitaba “ante el alcalde bajo cuya jurisdicción se encuentre (el detenido)”.

Pero la corriente hipergarantista de Montecristi fue más allá. Además de quitarles la potestad a los alcaldes, se amplió no solo a quien crea estar ilegalmente detenido, sino también al reo en situación de peligro, “para proteger la vida y la integridad física de las personas privadas de libertad”. Desde 2008 el recurso lo tramitan los jueces. En el camino y mediante resoluciones del Consejo de la Judicatura o con sentencias de la Corte Constitucional, los procedimientos se han ido ajustando. En la práctica, la variada normativa induce a mil interpretaciones para estirar la norma.

Quizá la primera alerta del abuso de este recurso se dio en Latacunga en la peor etapa de la pandemia. El 20 de abril de 2020, la jueza Alzira Benítez, encargada de la Unidad Judicial Penal de esa ciudad tramitó y falló a favor un habeas corpus presentado por el líder de la banda criminal Los Choneros, Jorge Luis Zambrano, más conocido por su alias “Rasquiña”. El abogado fue Harrison Salcedo, quien también fungía de patrocinador judicial de Jorge Glas. A ambos la fiesta del habeas corpus conseguido les duró poco: Zambrano fue asesinado en Manta, mientras que Salcedo corrió la misma suerte en Quito. Días antes de morir, Harrison presentó el mismo recurso para beneficiar a otro de sus famosos clientes, nada menos que a Daniel Salcedo, detenido por vender insumos médicos con sobreprecio.

Cuando el perdido apareció

En el caso de Glas la Ley se leyó al revés y quien sabe si a propósito. Días antes, debido al sangriento motín carcelario de El Turi, en Cuenca, Jorge Glas fue puesto a buen recaudo en previsión de incidentes similares en Latacunga. Eso es considerado normal, hasta cierto punto. El exvicepresidente cumplía con dos condenas sacramentadas a seis y ocho años respectivamente y, esperaba la muy probable ratificación de una tercera.

Justo ese día, una activa militante de la Revolución Ciudadana, Nicole Malavé Illescas, de 24 años, candidata a asambleísta alterna en las últimas elecciones, nacida en La Libertad y domiciliada en la parroquia Colonche, dice haber llamado a su amigo Jorge Glas y haberse preocupado cuando en Latacunga le dijeron que no estaba allí y que no sabían a dónde lo habían llevado.

Ni corta ni perezosa buscó al abogado de Glas en Quito y con su patrocinio llevó una demanda de habeas corpus al juzgado de Manglaralto, una parroquia ecoturística del cantón Santa Elena situada a solo cinco minutos del agitado balneario de Montañita.

Como era su día de suerte, el sorteo manual del proceso favoreció al juez Diego Moscoso, nacido en Cuenca hace 34 años, domiciliado en Salinas y magíster en Derecho Civil por la UTPL. Moscoso durante el gobierno de Rafael Correa fue subsecretario de Rehabilitación Social en el Ministerio de Justicia, también laboró en el Municipio de Quito y como asesor de la Asamblea Nacional hasta que volvió a Santa Elena como juez de primer nivel.

En las localidades como Manglaralto donde hay un solo juzgado, los jueces se denominan multicompetentes porque atienden todo tipo de demandas, las más comunes penales y civiles y a veces las esporádicas y más complejas demandas constitucionales como en el habeas corpus.

Si bien la Ley dice que, si no se conoce el lugar de detención del reo, la demanda puede ser presentada en el lugar de residencia del demandante, esta norma fue aclarada por la Corte Constitucional en sentencia emitida el año pasado. Según la CC y para garantizar ese recurso vinculado a los derechos humanos del privado de libertad, las demandas deben ser presentadas ante un juez especializado en Garantías Penitenciarias que sí existen en la mayoría de las ciudades que cuentan con un reclusorio. Y, de no saber el lugar de la detención, deberá hacérselo en cualquier localidad donde existan estos jueces especializados. En Manglaralto no hay cárceles y los jueces de Garantías Penitenciarias más cercanos están en Guayaquil. Era en el Puerto Principal, asumiendo que se hizo humo el recluso, donde debió presentarse la demanda.

Es más, en la mayoría de los casos quienes se conduelen por la desaparición del detenido son sus padres, cónyuge, hermanos o hijos. Al parecer, durante la audiencia, ninguno de los familiares conocidos del exvicepresidente se mostró preocupado por su supuesta desaparición. Incluso, durante la audiencia el propio Glas dio su versión por vía telemática desde Latacunga, claro está. La incompetencia judicial era manifiesta.

Fiebre de sábado por la noche

Otro argumento para habérsele concedido el habeas corpus a Glas fue su estado de salud. Sus achaques, según sus propios médicos, parecerían ser extraordinarios para un hombre de 52 años. Alegaron una forma crónica de artritis que le afectaría la columna vertebral y que fue diagnosticada hace 19 años pero que se habría agravado en prisión. Según un médico, por el dolor en la espalda, Glas se demora hasta 45 minutos en levantarse de la cama. En la audiencia también se presentó un psiquiatra alemán que dijo residir en Hamburgo y quien habría valorado a Glas en septiembre de 2021. Dijo que su paciente está “en un ambiente donde no se pueden curar sus trastornos siquiátricos” que, entre otros males, lo lleva a escuchar y ver lo que no hay. También dijeron que estaba en peligro de que algún otro preso lo contagie de tuberculosis o de COVID-19. El mismo Glas intervino y contó que “las marcas en mi brazo me hice el 31 de diciembre porque ya no tenía ganas de seguir viviendo”.

Durante la audiencia llevada a cabo el 9 de abril, un sábado por la noche, llamó la atención que el delegado del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad (SNAI), abogado Alexis Vásconez, haya dicho que “en cuanto a la situación médica y de salud no tengo nada que objetar”, según él porque los informes son validados por el Ministerio de Salud. Y sobre el paradero de Glas fue muy vago para explicarlo: “En lo personal desconozco si el señor fue reingresado el mismo día, o en la tarde o al día siguiente al conato de amotinamiento”. Las pobres explicaciones abonaron a que la justicia no sea justicia.

El recurso de habeas corpus fue concedido y el domingo de Ramos el país vio a un triunfante, ágil y hasta rejuvenecido Jorge Glas, abandonando la cárcel de Latacunga. Luego comandó una caravana a Guayaquil y hasta le sobraron fuerzas para encabezar un mitin en el suburbio guayaquileño. Las explicaciones oficiales tienden a dorar la píldora, pero no eliminan el mal sabor que dejó esta nueva y desconcertante actuación judicial donde la justicia salió perdiendo.

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