Lágrimas, rabia e impotencia fuera de las alambradas: familiares desesperados se arremolinaron a las afueras de la cárcel de Latacunga, para saber sobre la suerte de los presos tras dos días de brutales choques que dejan 16 muertos y 43 heridos.
En busca de alguna pista, mujeres y hombres rodearon la penitenciaría. A unos 20 metros de ahí se veían reos formados en un patio. Afuera, los gritos desgarrados: "¡Oscar!", "¡David!", "¡Byron!".
Roberto, de 43 años y quien omitió su apellido, se sosiega cuando del otro lado escucha a su sobrino 'Chucho' gritar "¡aquí estoy!".
"He pasado, madre mía, tantas horas con un nudo en la garganta que no podía ni tomar un vaso de agua", dice a la AFP el hombre, que viajó más de 300 kilómetros desde la provincia de Esmeraldas para tener noticias de su familiar.
El lunes estallaron los enfrentamientos a cuchillo y disparos. El hecho de que las autoridades dijeran que entre las víctimas está Leandro Norero dispararon las hipótesis de que la masacre se desató por la muerte dentro de la prisión de este jefe del narco conocido como el 'El Patrón'.
Desde febrero de 2021 la violencia tras las rejas se ha cobrado alrededor de 400 vidas en ocho masacres a nivel nacional. Las bandas que proliferaron con el narcotráfico manejan el negocio desde las prisiones. A la muerte de un jefe le sigue un baño de sangre.
No hay buenas noticias para todos. Una voz desde adentro de la prisión avisa: "Al Jordi lo mataron".
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"Como un juguete"
Este martes nuevos enfrentamientos estallaron en la penitenciaría, pero fueron controlados al poco tiempo. El ir y venir de ambulancias y policías solo aumentaba la desesperación de las familias, a la vez que el personal administrativo de la cárcel apuraba el paso para salir del recinto.
"Nos tienen como un juguete, que a las ocho, que a las diez, que a las doce y adentro están que se matan de nuevo", dice a la AFP conteniendo la rabia Patricia Gómez, quien no sabe nada de su hijo desde ayer hacia el mediodía, cuando le envió un mensaje a su celular pidiéndole que le comprara una receta médica.
"A nosotros si nos maltratan, ¡carajo!", gritaban furiosos hombres y mujeres, algunas con niños en brazos.
"Estamos preocupados, demasiado preocupados, indignados por la impotencia de no saber cómo está nuestro familiar", comenta Gómez, de 56 años y que viajó desde la localidad costera de La Concordia, en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, para tener noticias de su hijo.
El joven de 23 años había recibido un disparo en una revuelta anterior.
De acuerdo con Oswaldo Coronel, gobernador de la provincia de Cotopaxi, las autoridades se están comunicando directamente con los allegados de las víctimas.
En medio de la espera, algunos repasaban videos de la masacre compartidos en grupos de WhatsApp.
"Es muy penoso decirlo, pero los cuerpos están la mayoría desmembrados", sostuvo Franklin Poveda, defensor público de Cotopaxi.
Una mujer que se identificó como Blanca miraba angustiada las imágenes de un hombre acostado en el piso, al que dos le sujetaban las extremidades mientras un tercero le asestaba machetazos.
"Uno no se puede dormir en paz, no cae ni hambre ni sed sabiendo lo que está pasando aquí, es una desesperación grande para la familia", expresa angustiada a la AFP Blanca, que preguntaba por su hermano, encarcelado hace 15 días por un caso de violencia doméstica.