Los cuerpos de Josué, Ismael, Nehemías y Steven fueron sepultados en Guayaquil. Después de semanas de agonía por su desaparición, siendo vistos por última vez en mano de elementos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana en el sur de la ciudad; los familiares y amigos le dieron el último adiós.
Los féretros estaban cerrados y envueltos con plástico. El 24 de diciembre de 2024, la Policía Nacional reportó el hallazgo de cuatro cadáveres calcinados en Taura, en la provincia del Guayas. Una semana después (el 31 de diciembre), la Fiscalía confirmó que los restos coincidían con la identidad de los cuatro menores de Las Malvinas desaparecidos el 8 de diciembre.
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En cada una de sus casas se instalaron los familiares para velar a sus fallecidos. Desde la tarde del 31 de diciembre, las familias pidieron la entrega de los restos para los procesos fúnebres. Afuera de sus domicilios y en la sala se congregaron los amigos, vecinos, conocidos, compañeros y demás personas que formaron parte de la vida de los cuatro menores.
Antes del sepelio, los féretros fueron trasladados a una casa comunal en Las Malvinas, al sur de Guayaquil, donde se les rindió un homenaje póstumo. En ese punto inició la caravana hasta el suburbio, que terminó en el cementerio Ángel María Canals. En el recorrido, los familiares lloraban por el asesinato y la tortura de sus pequeños, pero también clamaron por justicia.
El padre de los hermanos Josué e Ismael Arroyo expresó su dolor por las redes sociales y solo decía cuánto los extrañaría. Mientras que los asistentes suplicaban que las autoridades den con los responsables. El juez aceptó el pedido de Fiscalía en el que se dictó prisión preventiva contra los 16 uniformados involucrados en el proceso que está siendo bajo el delito de desaparición forzada.