La primera epidemia de Nipah se registró en 1998 después de que el virus se extendiese entre los ganaderos porcinos en Malasia. El virus lleva el nombre del pueblo de este país del sureste asiático donde fue descubierto.
Las epidemias de este virus son escasas, pero el Nipah fue clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto al Ébola, el Zika y el Covid-19, como una de las enfermedades a investigar prioritariamente por su potencial para provocar una pandemia.
Se transmite generalmente a los humanos a través de animales o alimentos contaminados, pero también puede contagiarse directamente entre humanos.
Los murciélagos frugívoros, portadores naturales del virus, han sido identificados como la causa más probable de las siguientes epidemias.
Los síntomas incluyen fiebre alta, vómitos e infección respiratoria, pero los casos graves pueden caracterizarse por convulsiones e inflamación cerebral que conduce al coma.
No existe vacuna contra el Nipah. Los pacientes sufren una tasa de mortalidad de entre el 40% y el 75%, según la OMS.
La primera epidemia de Nipah dejó 100 muertos en Malasia y un millón de cerdos fueron sacrificados para contener el virus.
También se extendió en Singapur, con 11 casos y un deceso entre trabajadores de mataderos que estuvieron en contacto con cerdos importados de Malasia.
Desde entonces, la enfermedad fue detectada principalmente en Bangladesh e India, que registraron sus primeras epidemias en 2001. Bangladesh fue el país más afectado estos últimos años, con más de 100 decesos desde 2001.
Dos epidemias en India dejaron más de 50 muertos antes de ser controladas.
El estado de Kerala, en el sur del país, ha registrado dos muertes por Nipah y otros cuatro casos confirmados desde el mes pasado, el cuarto brote en cinco años.
Las zoonosis, enfermedades transmitidas de animales a humanos aparecidas hace miles de años, se multiplicaron en los últimos 20 a 30 años.
El desarrollo de los viajes internacionales permitió una propagación más rápida. Ocupando zonas cada vez más grandes en el planeta, los humanos perturban los ecosistemas y aumentan la probabilidad de mutaciones virales aleatorias transmisibles a los humanos, indican los expertos.
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La ganadería industrial aumenta el riesgo de propagación de patógenos entre animales, y la deforestación incrementa el contacto entre fauna salvaje, animales domésticos y seres humanos, lo que favorecerá la aparición de nuevas enfermedades transmisibles a los humanos.