Michael Vaujour fue uno de los peores criminales franceses de finales del Siglo XX. Durante años trató de escapar de prisión y en muchas ocasiones fue exitoso. Aunque lo recapturaban, su condena no aumentaba pues en el pasado no se penaba la fuga. Algunas legislaciones todavía no lo hacen, alegando que “el ansia de libertad” es una inclinación natural del ser humano,
Vaujour, como muchos criminales, tuvo una infancia complicada. Sus padres lo abandonaron cuando era muy pequeña y la tía que aceptó cuidar de él, falleció de cáncer cuando el pequeño apenas tenía ocho años. Sus travesuras prontamente se convirtieron en delitos y estos en crímenes, hasta que fue capturado por primera vez cuando tenía 18 años, por el robo de un auto. Eventualmente fue condenado a 10 años de cárcel y de ahí, cada vez que ingresaba al presidio con una sentencia larga, sus esfuerzos estaban inclinados a diseñar un plan de escape.
ANSIAS DE ESCAPE
Desde 1973 protagonizó seis fugas exitosas de diferentes cárceles. A principios de los 80, cuando estaba a puto de llegar a la docena de fugas y recapturas, fue detenido por robo a un banco e intento de homicidio a un policía. La condena de aquella ocasión superaba a las demás y pronto Vaujour se halló en medio de un problema: hasta ese momento parecía haber cubierto cada uno de los posibles escapes conocidos por la literatura policial y el cine de acción.
Ya había tallado en jabón copias de las llaves de los portones de una prisión provincial, ya había tallado un arma en jabón y usado la misma para aterrorizar a los demás y poder exigir su liberación, había escapado ocultándose en los cubos de basura e incluso había instigado un motín para escapar, aprovechando la confusión.
Su estadía en la cárcel parisina de La Santé parecía la definitiva. Pese a sus intentos, todos sus planes fracasaban y continuamente recibía de sanción una semana en aislamiento, un castigo que a muchos puede enloquecer. No obstante, cada vez volvía con más planes.
Las únicas personas que visitaban a Vaujour en la cárcel eran su hermana y su esposa, Nadine. Le llevaban comida, ropa, cigarrillos y revistas para que pasara el tiempo. El 26 de mayo de 1986, Vaujour se superó a sí mismo. Los ciudadanos parisinos se sorprendían con cada detalle que se revelaba con el paso de las horas, tras el descubrimiento de que había escapado... en avión.
LA FUGA MÁS IMPRESIONANTE DE FRANCIA
La mañana del escape, Michael Vaujour y Regis Hernández amenazaron a otros presidiarios y a los guardias con lanzar granadas. Así se abrieron paso hacia el techo de la cárcel. Los guardias no les dieron mucha importancia a los movimientos de Vaujour, pues tampoco entendían muy bien cuál era su plan; y se enfocaron más en reforzar las salidas principales de la cárcel.
Horas después se descubrió que las supuestas granadas que usó el criminal eran en realidad frutas pintadas de verde y negro. Así, además se ahorraba la posibilidad de aumentar su condena por el uso de armas de fuego.
Pronto un helicóptero sobrevoló La Santé y pese a los avisos, quedó muy cerca del techo de la prisión. Vaujour y Hernández llegaron corriendo y cargando un arma (que también se descubrió después que era de juguete), para rápidamente escalar por una soga que el piloto les arrojó. Mientras la máquina levantaba vuelo, Vaujour se estiró y con sus dos brazos se colgó de uno de los patines del helicóptero. Por su parte, Hernández se soltó de la soga y quedó dentro del presidio.
Tras aterrizar en la cancha de fútbol de una universidad cercana, el piloto y el criminal se subieron a un auto que les esperaba y desaparecieron. A los pocos minutos de que la policía encontrara el helicóptero y se pusiera a buscar pistas para saber quién había ayudado al prisionero a escapar, se presentó alguien a reclamar la propiedad del vehículo.
Era el dueño de un negocio que los alquilaba. Cuando fue cuestionado sobre la identidad del misterioso hombre y secuaz de Vaujour, el dueño del helicóptero se rió.
“¿Cómo un hombre? Es una mujer”, dijo.
ENGAÑANDO A LA POLICÍA
Nadine, la esposa de Michael, era la que manejaba el helicóptero. En tan solo cinco meses la mujer hizo el curso correspondiente y sacó los permisos para volar un avión, de manera discreta. Su puntuación al final del examen fue la más alta de esa jornada, 58/60. Nadine también hizo horas de vuelo y dos o tres veces por semana, alquilaba un helicóptero para dar paseos de una hora y todo esto fue realizado bajo una identidad falsa.
A volaba sola, otras acompañado por hombres o mujeres, pero nunca repetía compañero. Al mismo tiempo, visitaba a su marido en la prisión y en cada paquete escondía papeles en los que con letra muy pequeña narraba el plan de escape. Fue en la última visita le comunicó de esa manera, la fecha y la hora del gran día.
Las autoridades rodearon la casa de la madre de Nadine, creyendo que los hijos de la pareja estarían con ella e intentarían ponerse en contacto. No obstante, tras tres días de inacción, la policía entró a la casa y se llevó otra sorpresa: lo único que encontraron fue a la mujer viendo tranquilamente una novela. Los Vaujour habían logrado también sacar a sus hijos delante de las narices de toda la policía parisina.
Los medios marcaron el hecho como una historia de amor y convirtieron a Nadine en una especie de Bonnie (con su Clyde) y Amelia Earhart. Sin embargo, lo que parecía un final perfecto fue arruinado por la pulsión criminal de Michael. Cuatro meses más fue detenido por la fuerza del orden, tras el robo de un banco, en el que uno de los disparos policiales le llegó a la cabeza.
Cuando abatieron a los criminales, no sabían de quién se trataba. Solo cuando estaba en el hospital, se dieron cuenta, por sus tatuajes y sus huellas dactilares, que se trataba de Michael Vaujour. El hombre luchó por su vida, cayó en un coma y se despertó sin la movilidad de sus piernas.
Nadine fue detenida al siguiente día. No puso resistencia, solo pidió que a sus hijos los trasladaran con su madre. Fue condenada a 14 meses en prisión, pero como estaba embarazada otra vez, solo cumplió unos cuantos antes de ser liberada para dar a luz.
Poco después la pareja se disolvió. La mujer estudió derecho y se dedicó a defender clientes y a luchar por los derechos de los presos y para que las cárceles presenten condiciones dignas de vida. Michael se volvió a casar y permaneció detenido 27 años, de los cuales 17 los hizo en aislamiento, hasta que en 2000 le redujeron la condena.