María Jesús Moreno Cantó, o Maje a secas, nació en Novelda, Alicante, el 6 de septiembre de 1990, en una familia católica practicante y muy estricta.
Maje fue una alumna aplicada que amaba los bailes escolares y disfrazarse. Una de sus profesoras del colegio Santa María Magdalena de las Carmelitas, el establecimiento de monjas donde estudió, la recordó como “Inteligente, manipuladora, amable y coqueta…” . Fue durante su adolescencia que les dijo a las religiosas que no deseaba ser llamada María Jesús: “Prefiero que me digan Maje, me gusta más”, según Infobae.
Antonio Navarro era, también, originario de Novelda. Además, había sido compañero de estudios de Víctor Moreno Cantó, hermano de Maje, que estudiaba Arquitectura en la Universidad de Alicante. Antonio estudiaba ingeniería, pero coincidió con Víctor en algunas materias. Se hicieron muy amigos. En la casa de los Moreno Cantó, Antonio se enamoró de la deslumbrante hermana menor: Maje.
Era el año 2011 cuando sus caminos se cruzaron fatalmente. Antonio tenía 30 años, Maje, 21, y se convirtió en su primera novia.
Se casaron el 3 de septiembre de 2016. Aunque la boda peligró por las numerosas infidelidades de Maje. Una vez casados, Maje se plantó en que no quería volver los fines de semana a Novelda. Era Antonio el que regresaba, solo, a sus pagos. Maje prefería quedarse en Valencia trabajando en el turno noche como enfermera del Hospital Casa de la Salud.
Salvador, ¿el amante obediente?
Maje conoció a Salvador Rodrigo Lapiedra en septiembre de 2015, en el Hospital de La Salud de Valencia, donde ambos trabajaban. Ella tenía 25 años y todavía no se había casado. Salvador tenía 46 años y llevaba toda la vida trabajando en el centro de salud. Estaba casado con Inmaculada, la supervisora del cuarto piso del hospital, y tenían una hija de 19 años.
La mujer empezí a fijarse en él y le escribe incluos una carta de amor: “Esta carta es una declaración de amor hacia ti, te quiero por encima de cualquier obstáculo, de cualquier inconveniente, te quiero porque me llenas de vida y me haces sentir la mujer más importante del mundo. Tu Maje, tu bruja, tu fea... ¡Pero al fin y al cabo... tuya!”.
Enseguida Salvador cayó enamorado de ella y empezó a obedecerla en todo, desde realizar mandados hasta comprar regalos.
Cuando ella le cuenta a Salvador que se casará con Antonio, él le escribe desgarrado: “Es el momento más doloroso de mi vida (…) me vas a tener ahí, a tu lado, siempre que me necesites, ayudándote, apoyándote, escuchándote. Siempre tuyo, tu brujo, tu petardo, simplemente, Salva”. Maje le propuso seguir siendo amigos “con derecho”. Casarse con Antonio no era para ella un impedimento para seguir alimentando las ilusiones de Salvador.
A principios del verano de 2017, en la empresa constructora donde se desempeñaba el marido de Maje, ocurre un accidente laboral con varios fallecidos. Salvador y Maje, escuchan la noticia en el hospital. Ella reflexiona en voz alta: “Qué pena que no haya sido mi marido el que haya estado ahí dentro”.
Salvador registra el comentario: imagina a Maje viuda. La idea ha germinado. Comienza un plan que ella conducirá con maestría. Deciden que el crimen será en el garaje, donde Antonio guarda el auto, porque ahí no hay cámaras. Definen que será en agosto, en verano la mayoría está de vacaciones.
El 3 de agosto de 2017, ponen la fecha del asesinato: será la mañana del 16. Ese mismo 3, Maje le manda a su marido un mensaje donde le avisa que le han cambiado el turno nocturno en el hospital: no trabajará la noche del 14 sino que lo hará la del 15.
Aquella noche del 15 de agosto, la última de su vida, Antonio Navarro durmió solo. Maje, para él, estaba de guardia en el hospital.
La verdad es que Maje ni siquiera está trabajando, está retozando con su último amante: un publicista llamado José, que cree que Maje es soltera. Instalada en el Paseo de la Alameda de Valencia, en la casa de su nueva conquista amorosa, Maje le envía un cínico mensaje a su marido diciéndole que le dejó la cena preparada: “Puxi. Ya en el hospital. Goza esa empanada hecha con amor”.
Maje sabe perfectamente que no volverá a verlo. La otra mitad de la empanada gallega que cocinó esa tarde, la comerá con José.
La otra gran mentira de esos días será en el funeral de Antonio, el 19 de agosto de 2017. Maje habla ante la gran multitud que asiste al entierro en la iglesia de San Pedro Apóstol de Novelda. Con gruesas lágrimas cayendo torrente abajo por sus mejillas, quebrada por la angustia, sube al altar mayor y lee una carta de amor y de agradecimiento a su marido muerto.
Los amantes de la viuda negra
En los meses que rodean al crimen, la vida sexual de Maje es más intensa que de costumbre. Tomás, Salvador, José y Sergio son los cuatro hombres que se disputan, sin saberlo, su compañía en la cama. Mientras los dos primeros saben que está casada, los otros dos lo ignoran.
Paralelamente a estos amoríos, su matrimonio con el ingeniero estaba derrumbándose. En una conversación por WhatsApp, Antonio le dice que no quiere que le vuelva a poner la mano encima. Maje le había pegado durante una discusión.
Investigación del crimen
La hipótesis del robo, por la violencia inusitada del crimen, se descarta. Tampoco hay deudas, adicciones o infidelidades en la vida de Antonio Navarro. Nada que pueda explicar su horrenda muerte. Maje insinúa culpables… los albañiles que estaban haciendo la reforma en su departamento o una compañera de trabajo de su marido.
La policía pide a la justicia grabar las conversaciones de los protagonistas del caso. Fue clave. Las intervenciones de tres teléfonos permiten descubrir las múltiples vidas de la viuda. Cuando recibe llamadas de familiares, ella contesta compungida y desconsolada.
En cambio, cuando llaman sus amantes o amigas íntimas, se muestra alegre. Se enteran que planea irse a vivir con José y tener un hijo. El primer sospechoso es, entonces, este publicista.
Pero los investigadores, en otra escucha del 8 de noviembre de 2017, descubren que un tal Salvador ha estado llamando a Maje en reiteradas ocasiones. Cuando salta la relación, Maje les reconoce a los detectives algo que antes había callado: que Salvador le había contado de una pelea con Antonio en el garaje y que le había dado un golpe mortal. Les dice que ella había entrado shock y que no había contado nada a la policía porque “se acobardó”. No le creen: tienen las grabaciones de sus teléfonos.
El 28 de diciembre, Vicente, el hermano de Antonio Navarro, junto con los investigadores preparan una trampa. Ya sospechan que Maje y Salvador son las personas que buscan, pero necesitan pruebas. Vicente habla con ella por el tema de la herencia y le desliza un comentario preparado: la policía tiene pistas ciertas sobre el asesino y su captura es cuestión de días.
La treta funciona. Maje corta con él y llama histérica a Salvador. Él la calma, le dice que nadie lo ha interrogado. Durante esa charla confiesa que el autor ha sido él. Maje se calma. Con esa grabación los tienen atrapados.
La confesión
La policía los detiene la mañana del 10 de enero de 2018. Los policías registran la casa de Salvador. Su mujer, Inmaculada, les entrega una mochila de su marido. En el interior, están las cartas que Maje le enviaba. Salvador ha confesado, también, dónde ha escondido el arma asesina que había comprado en una ferretería: está en la fosa séptica de su casa.
El cuchillo, con una hoja de 14 centímetros, es recuperado el 18 de enero de 2018. El laboratorio de ADN de la Policía Nacional española logra encontrar restos biológicos de la víctima en él, a pesar de que el arma llevaba cinco meses hundida entre los excrementos. Entre la hoja y el mango, aíslan dos perfiles genéticos. Uno, es del operario que armó en la fábrica el cuchillo. Otro, pertenece a Antonio.
El viernes 9 de noviembre de 2018, Salvador cambia su versión de los hechos. Cuenta una verdad que convierte a Maje en el verdadero cerebro detrás del homicidio: “Maje me pidió que acabara con la vida de Antonio. (...) Me decía que no tenía que fallar, que tenía que matarlo antes del aniversario de su boda. Me pidió que no lo hiriese, que lo matase. María Jesús preparó todo. Me llamó la noche antes y me dijo que el coche de Salvador estaba en el garaje. Me dijo que tenía que ir a primera hora de la mañana y que ella no podía estar porque tenía guardia en el Hospital Católico de Valencia”.
Juicio de los acusados
Cuando comienza el juicio, en el mes de octubre 2020, el fiscal Vicente Devesa, solicita 22 años de prisión para Maje y 18 para Salvador. Sostiene que las dos personas que están en el banquillo de los acusados habían empezado meses antes del crimen a fantasear con la muerte del ingeniero.
Tras seis horas de deliberación, en un veredicto alcanzado por unanimidad, el jurado los declaró culpables de asesinato. Y el 18 de noviembre 2020, el magistrado José María Gómez Villora, dio a conocer su sentencia: la pena para Maje, como coautora del delito de asesinato con el agravante de parentesco, es de 22 años; la de Salvador, de 17. Además, resolvió que deberán indemnizar con 250 mil euros a la familia de la víctima.
Además, tanto Salvador como Maje fueron sometidos a una profunda exploración psicológica y psiquiátrica. Ambos superaron las pruebas sin que se les diagnosticara ninguna patología. Los forenses que examinaron a Maje hablaron de una personalidad organizada y de una elevada inteligencia: manipulaba con habilidad y mentiras a su esposo, sus amantes, sus amigas y sus compañeros de trabajo. Utilizaba el sexo como un arma infalible para concretar sus objetivos.
Esa fue la conclusión a la que arribó el equipo de homicidios y aclararon que no era “un alegato o crítica moral”, ni pretendía exponer la vida sexual de Maje, sino que trataban de demostrar su poca empatía.
Pero ¿cuál fue el móvil concreto para que Maje quisiera quitar a Antonio del medio? Acá aparecen el dinero y las ansias de una vida alocada.
Según el registro de la Gerencia Territorial de Justicia, Antonio Navarro era titular de dos seguros de distintas compañías: Mapfre y Santa Lucía. Tras su muerte, Maje ya había comenzado a gestionar los cobros de las pólizas con la ayuda de Salvador. Además, obtuvo la pensión de viudedad de 1.100 euros al mes.
A eso se suma el piso en el que vivía la pareja, que era propiedad de ambos: el 80 por ciento pertenecía a Antonio y el 20 a ella. Pero Maje pretendió reclamar, a los familiares de Antonio, más dinero. Les aseguró que sus padres le habían dado 30.000 euros extra para reformar el departamento. No se encontró ningún papel que lo certificara.
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