Helene Thiesen, una mujer groenlandesa de 77 años, narró a CNN lo que sintió el día en el que su madre la embarcó, con solo 7 años, en un viaje directo a Dinamarca, donde se uniría a otros 21 niños inuit que formarían parte de un proyecto social fallido.
"Estaba destrozada. Solo la mire a los ojos mientras el barco se alejaba y me pregunté porqué hacía esto", relató Helene.
La edad de los niños variaba entre 5 a 9 años, y muy pocos de ellos lograrían ver de vuelta a su familia tras haber sido alistados en aquel barco. Todos serían olvidados, y los pocos que lograrían regresar a su tierra nativa, serían marginados.
Los habitantes de Groenlandia, que solía ser una colonia danesa, estaban sufriendo de un gran nivel de pobreza y altos índices de mortalidad por la década de los 50.
Dinamarca estaba mucho más modernizada que Groenlandia, cuya población consistía en los "inuits", la palabra con la que se denominaba a los habitantes indígenas de los pueblos de aquella extensión ártica.
El gobierno danés desarrolló un plan para modernizar a la población inuit en aquella épica. Este consistía en traer a niños inuit para que crezcan dentro de la cultura danesa y vuelvan a su antigua población para ser líderes y sembrar una semilla de modernización.
Al llegar a Dinamarca, los niños fueron separados y asentados en hogares temporales, los cuáles cambiaban cada ciertos meses.
No obstante, después de un año en aquel nuevo país, fueron enviados a un orfanato gestionado por la Cruz Roja Danesa, donde seguían separados de sus familias y tenían prohibido hablar su lengua nativa. La custodia de los niños se traslado a la directora del orfanato.
Una minoría de los niños fueron adoptados en sus hogares temporales, lo que iba en contra del plan inicial del proyecto y constituía un quiebre en el retorno a sus hogares.
Helene recuerda que años después pudo encontrarse con su madre, pero no pudo entablar una conversación con ella puesto que ya no recordaba su lengua original. Tras unos minutos, la directora del orfanato se la llevó, diciéndole que ahora vivía en el orfanato. Esto la afectó de manera indescriptible.
Tras volver a su antigua civilización, los niños, ya adultos jóvenes, fueron considerados como desconocidos, y la mayoría se devolvió a Dinamarca donde tuvieron que superar graves afectaciones mentales por la pérdida de pertenencia e identidad.
Aproximadamente, la mitad de los niños que viajaron en un principio ser partícipes, sin voluntad alguna, del proyecto, desarrollaron adicciones a sustancias y problemas mentales, alrededor de la década de los 70.
Al día de hoy, Helene es una de los 6 niños con los que viajo que aún siguen vivos. Sostiene que el gobierno danés les robó su identidad, familia y cultura, y que esto tuvo un impacto fundamental en la vida de todos, totalmente negativo.
La cobertura de las historias en distintos medios y la presión de la ciudadanía obligó al gobierno danés a emitir un anuncio oficial de disculpa, pero Mads Krøger Pampringada, abogado de las víctimas, busca que se otorgue una remuneración económica de $38.000 a cada uno de sus 6 clientes.
El gobierno danés, que expresó interés en considerar la remuneración económica, fue denunciado por los 6 niños, ya ancianos, bajo el argumento de que sus derechos a tener una vida familiar bajo la ley danesa fueron violados.
Se espera que la audiencia de resolución del caso se establezca dentro de los próximos 10 meses, y se defina de que manera el gobierno danés remunerará a los niños que formaron parte del fallido programa social, cuyo único "logro" fue destruir 22 vidas inocentes.