Neisi Dajomes, una coleccionista de victorias
El 1 de agosto de 2021, la pesista se convirtió en la segunda ecuatoriana en obtener una medalla de oro en los Juegos Olímpicos.
Aunque Neisi comenzó en el mundo de las pesas hace más de una década, y cosechó una serie de logros a lo largo de su carrera deportiva, su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 hizo que su nombre resuene en Ecuador y el mundo. Tras levantar 76 kilogramos, la joven de ahora 24 años se consagró como la mujer más fuerte del mundo, y se convirtió en la única ecuatoriana que ha ganado el oro de este evento.
La primera vez que Neisi se subió a un podio, se había posicionado como campeona sudamericana y panamericana Sub-15; tenía 12 años y llevaba solo uno inmersa en la halterofilia. Durante su cumpleaños 13, llegó al octavo lugar del campeonato mundial en Lima. Luego se tituló como triple campeona mundial juvenil tras obtener el primer lugar en Tashkent, Uzebekistán 2015, al igual que en las ediciones de Georgia 2016, y Tokio 2017.
La pesista nació en Lago Agrio, provincia de Pastaza. Sus padres, de nacionalidad colombiana, hicieron su vida en Ecuador para huir de la guerrilla, y aunque no contaban con el mejor panorama financiero, realizaron lo posible para proteger a sus seis hijos, quienes se esmeraron en lograr sus aspiraciones.
Durante su vida, Dajomes ha cosechado una serie de éxitos que la hicieron dueña de un amplio currículum deportivo, construido a base de grandes sueños e increíbles esfuerzos. Ahora, un año después de cautivar al país con su logro olímpico, la joven sigue recopilando medallas de oro que reflejan su ímpetu, además de la fuerza de una mujer que lucha por superar los límites.
Una racha de victorias
Este 4 de julio, Neisi conquistó su división en los Juegos Bolivarianos de Valledupar; su destreza le permitió añadir dos preseas de oro a su palmarés. La primera le fue otorgada cuando impuso un nuevo récord suramericano y panamericano, levantando 115 kilogramos en la categoría de arranque. Luego, en envión, la deportista consiguió su segunda medalla alzando 140 kilogramos.
Solo unas semanas después de aquella victoria, el 28 de julio, el oro volvió a ser relacionado con el nombre de la deportista. La joven se coronó campeona en el Panamericano de Pesas en Bogotá, y logró tres nuevos récords. Uno de ellos lo obtuvo al levantar 120 kilogramos en arranque, lo cual le permitió romper su propia marca en esta modalidad, misma que estableció durante el evento de Valledupar. El siguiente se dio en la categoría envión, alzando 143 kilogramos, y el último lo consiguió gracias a su total de 263 kilogramos.
Dajomes ha demostrado que la perseverancia la convirtió en una coleccionista de éxitos. Sus múltiples medallas no solo se han convertido en un suceso para su vida, sino también para la historia deportiva del Ecuador.
Un año después de conseguir el triunfo que le otorgó reconocimiento mundial, parece que la joven no planea bajar las pesas. Su expresión de felicidad al pisar el podio permanece igual a la que los ecuatorianos observamos transmitida desde el otro lado del planeta, el 1 de agosto de 2021.
En el mismo mes, aquel hecho junto a la inspiración que representa su camino, convirtió a Neisi en la portada de Revista Hogar. Su valentía y sueños de superación la hicieron un referente, cuya fortaleza continuará inspirando a miles de mujeres ecuatorianas que anhelan cumplir sus metas. Hoy conmemoramos el primer año de un logro histórico, recordando la entrevista que Dajomes brindó para este medio, en la cual quedaron plasmados sus primeros pensamientos tras llegar de los Juegos Olímpicos.
La mujer más fuerte del mundo
¿Cuándo asimilaste que eras medalla de oro, que eres la mujer más fuerte del mundo en tu categoría?
Hace quince días que gané la medalla y recién ahora lo estoy aceptando. Me da gusto recibir el cariño de la gente en la calle y sentir que se valora el trabajo que hemos hecho con mis entrenadores. Es importante también que la gente pueda conocer todo mi proceso para llegar a lo que soy ahora.
Uno trabaja cuatro años para llegar a la cita olímpica y puede ganar o perderlo todo en segundos, ¿cómo manejaste los nervios en Tokio?
Son doce años que lo intento y sueño con tener una medalla. Todos los deportistas tienen nervios. Felizmente competí en la noche y pude dormir un poco en la mañana. Tenía miedo pero más valieron las ganas.
Cuando llegaste al podio y enseñaste la palma de tu mano donde habías escrito “mamá y hermano” ¿fue una manera de agradecerles, recordarlos o compartir el momento con ellos?
Ellos siempre me acompañan. Cuando empecé a competir internacionalmente mi hermano Javier dijo que su sueño era verme en lo más alto del podio. En el segundo envión, cuando estaba asegurada la medalla, ellos me vinieron a la mente y quise que todos sepan que mi mamá y mi hermano estaban conmigo en ese momento.
¿Recuerdas hace 11 años cuando entraste por primera vez en el gimnasio de Shell con tu hermano Javier?
Antes hacía atletismo y básquet, en esa época era la mejor encestadora. Cuando acompañé a mi hermano Javier al gimnasio él ya entrenaba allí, al principio se molestó porque era su deporte, lo veía como exclusivo, pero la entrenadora Mayra me dijo: ¿quieres entrenar? Dije sí y nunca dejé las pesas. Amo las pesas porque me puedo expresar con este deporte. Siempre fui fuerte, mi papá tiene casi 50 años y vieras sus brazos...
Eres competitiva desde los 12 años hasta la fecha, una vida de sacrificio para el deporte sin poder vivir plenamente tu niñez y adolescencia...
Vengo de una familia humilde y vi que a través del deporte podía ayudar a mi familia. A los 13 años me empezaron a pagar, el 80% lo daba a mi mamá y hermanos y con el otro 20 compraba mis vitaminas y seguía con mi preparación. No tuve niñez, menos adolescencia. Pasé muchos cumpleaños o 31 de diciembre concentrada en otro país. Fue muy sacrificado, pero ahora a mis 23 años disfruto los frutos de mi trabajo.
Eres mujer, campeona y muy femenina, ¿es importante para ti que la gente sepa que tu deporte es tanto de mujeres como de hombres?
Hemos roto todos los prejuicios en cuanto a lo que pueden lograr las mujeres. La selección de levantamiento de pesas fue totalmente femenina, no hubo ningún hombre y de las cuatro que competimos, tres tuvieron excelentes resultados. Además, no cabe duda que somos mujeres, fuertes y empoderadas y todo lo que nos propongamos lo podemos hacer.
¿No quisiste tirar la toalla en medio de una vida de tantos sacrificios?
Sí, dos veces, la primera fue cuando en mi primer campeonato mundial prejuvenil me blanqueé y no hice ningún movimiento. Era muy niña, pero estaba acostumbrada a ganar todo, ese día tuve que lidiar con el fracaso y sí pensé retirarme. Luego fue quizás lo peor de mi vida cuando falleció mi hermano en el 2018 y luego mi mamá en el 2019, un mes antes de los Juegos Panamericanos. No sé cómo logré llegar a los juegos, pienso que es el coraje de mi mamá que siempre nos decía que teníamos que luchar por nuestros sueños. Estaba devastada, mi cuerpo y mi mente no respondían, pero mi mamá me ayudó.
¿Quién era tu mamá, qué tienes de ella?
Mis papás son colombianos, salieron de su país por el tema de la guerrilla. Llegaron a Ecuador con dos hijos -Javier y Luis- luego nacieron Germán, Paola y yo en Lago Agrio, y Jéssica en Puyo.
Mi mamá siempre se concentró en nuestro bienestar. Era alegre y muy responsable. Nunca nos faltó un pan o un verde sobre la mesa antes de dormir. Cuando mis padres se separaron mi mami se quedó con sus seis hijos y no tenía trabajo. A veces la acompañaba en su búsqueda, pero no conseguía nada. Fueron tiempos muy duros. Finalmente logró que a través de una iglesia católica nos dieran becas para estudiar en un internado. Pasé dos años allí con mis dos hermanas.
¿Cómo llegó Walter Llerena a tu vida?
Cuando empecé con las pesas Walter vio en mí el potencial para este deporte y me invitó a vivir en su casa con Javier donde ya había otros chicos pesistas. Nos dio la educación, la alimentación y lo necesario para entrenar. Se convirtió en mi segundo padre. Era muy estricto para los horarios para dormir y entrenar. Cuando empecé a competir me acompañaba pagando todo porque creía en mí.
Tú eres una atleta completa. Para ser pesista hay que tener piernas, brazos, espalda... ¿Cuál es tu fortaleza como deportista?
Mi mente, la fe en Dios y el deseo de siempre ser mejor persona y atleta. Dios siempre me ha acompañado y cuando me caí estuvo para levantarme.
Cuando ganaste la medalla en Tokio se vio el rostro muy emocionado de tu entrenador Alexei Ignatov, ¿qué te dijo cuando te acercaste para abrazarlo?
Yo soy su cuarta generación de entrenados. Lo abracé muy fuerte y en este momento me di cuenta que estaba en estado de shock. Él me conoce desde que tengo trece años cuando llegó a la casa de Walter y tuve que dejar mi habitación para dormir en la sala.
¿Alexei fue ratificado como tu entrenador?
Terminó su contrato con el Comité Olímpico y en este momento no tiene trabajo. Es lamentable e incomprensible. Sin él no había medalla de oro. Le pregunté al ministro Palacios: ¿Qué va a pasar con mi abuelito? ¿qué va a pasar con esa gente que dio todo para que cosechemos medallas? Tengo fe que haya una solución. La ley del deporte tiene que cambiar.
¿A quién dedicas tu medalla?
No es mía, representa un proceso junto a mis entrenadores, mi familia y algunas autoridades que hicieron que no caiga o me desmotive. Compito con el Ecuador en el corazón y le debo todo. Solo los atletas saben lo sacrificado que es este trabajo y comprendo lo que quiso decir Richard Carapaz. Si las autoridades locales no lo respaldaron no tenía que agradecerlas. Es su derecho.
Eres muy joven y todavía te faltan muchos éxitos por llegar, pero ¿pensaste en tu vida después de las pesas?
Creo que en lo deportivo lo gané todo, pero en algún momento me tocará ser exitosa en mi vida personal siendo madre y poder consolidar una familia. Después de Tokio pensé dejar el deporte un tiempo, pero mi cuerpo me reclama ejercicios y la alegría de mi gente me motiva a seguir muchos años más consiguiendo éxitos.
Tu novio logra manejar tu vida de estrella del deporte. A veces puede ser difícil vivir en la sombra de su pareja...
Tenemos una relación de cinco años, él siempre supo a qué se tenía que enfrentar. Él también fue pesista y comprende lo que implica mi vida.
¿Y su apellido es bastante peculiar?
Sí (se ríe) es de apellido Llerena, es sobrino de Walter, mi primer entrenador. Nos conocimos en un viaje y después de los Panamericanos de Toronto empezamos la vida que ahora nos unió.
¿Con qué se puede soñar después de una medalla de oro?
Ya tengo una voz para motivar a nuestra juventud para que sepan que no hay límites, que deben trabajar con metas y sacrificios. A nivel más personal sí quiero ir a París a conseguir otra medalla.