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El pacto con mi cabello

Cuando mi mamá perdió su cabello empecé un largo viaje de reconciliación con el mío.

24 agosto 2022 - Opinión

Hace casi seis años le diagnosticaron cáncer en los ovarios a mi mamá y pasamos por un momento muy difícil como familia. El diagnóstico no era alentador, pero, aun así, ella decidió que quería recibir las quimioterapias e intentar superar su enfermedad y, de manera casi milagrosa, mejoró. ¡Mejoró!, y esta mujer que pasó por tantos cambios, solo decayó cuando perdió su cabello.

Al inicio usó turbantes y hasta se compró una peluca y, en todo el tiempo que le tomó recuperarlo nunca dejó que nadie viera su cabeza descubierta. Yo no podía entender cómo algo así, que en comparación con la cercanía a la muerte, pudiera afectarle tanto, sin embargo, cuando quise raparme el cabello para acompañarla no pude y me justifiqué pensando que, en lugar de animarla, la haría sentir peor.

Cuando su cabello le creció investigamos marcas de tintes que no tuvieran químicos para que recuperara a “su antigua yo”, pero al final decidió quedarse con “su nueva yo” aunque no estaba muy convencida. Una vez más yo no entendía por qué no le gustaban sus canas si se veía guapísima.

No deberíamos tener que estar en el lugar del Otro para entender cómo se siente.

En diciembre vino a visitarme una amiga que conozco desde hace 18 años y nunca había estado en Ecuador y una tarde, previa a celebrar mi cumpleaños, le pedí que tiñera mis raíces porque se veían mis canas. Esa tarde, mientras mi amiga me pintaba el cabello, sentí que ambas perdíamos el tiempo y, a la mitad de los brochazos decidí renunciar al contrato que tengo con la sociedad de lucir joven para siempre.

Ese mismo mes entré a una librería y compré Geografía doméstica de la colombiana Margarita Cuéllar Barona y, sin esperarlo, hallé en sus páginas el impulso que me faltaba: “Encuentro belleza en las arrugas, en las canas y en las cicatrices; encuentro belleza en todo aquello que denote el paso del tiempo.”

Por qué la relación con nuestro cabello y nuestro cuerpo es tan complicada. Tengo varios ensayos de respuestas, pero al final no me parece justo que nuestra feminidad dependa de un solo canon de belleza.

Todavía hay días en los que mi relación con el espejo es mala y me miro y me gana la impaciencia por ver mi cabello de un solo color, pero enseguida pienso que, en algún lugar hay alguna mujer, como mi mamá, sufriendo por su cabello y quizás, solo quizás, al ver el mío hará un pacto con el suyo.

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