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Orgasmo femenino, ¿Para qué sirve?

12 agosto 2020 - Bienestar

Caminar sobre las extremidades inferiores trastocó la forma en la que las personas pudieron tener relaciones sexuales en la antiguedad.
 
 
Y al hablar de esto, cuenta la BBC en un artículo, no se puede dejar de hablar del orgasmo, cuya importancia evolutiva ha sido discutida, pero que puede ser interpretado como otra adaptación a la bipedestación (es decir, a caminar o movilizarse en dos patas). 
 
 
A pesar de su complejidad neuro-endocrino-muscular, el orgasmo masculino puede ser resumido como una compleja cadena de movimientos de contracción que culminan con una repentina sensación de intenso placer.
 
 
Esta va acompañada de la eyaculación, una violenta eyección de fluido que impulsa a los espermatozoides dentro de la vagina.
 
 
En el hombre, el orgasmo es un requisito obligado para que se produzca la eyaculación, pero las mujeres no lo necesitan ni para producir cada uno de los 300 óvulos mensuales que producen durante su vida fértil, ni para tener hijos.
 
 
Aunque el orgasmo femenino ha sido un tabú social y un enigma biológico, algunas evidencias permiten clarificar el asunto, desde el punto de vista evolutivo. 
 
 
En su libro "Sexo en solitario" el profesor de Berkeley, Thomas Laqueur, sostiene que desde la antigüedad hasta el siglo XIX, la asunción general era que las mujeres experimentaban orgasmos al igual que los hombres, pero que este era necesario para la concepción.
 
 
Lo segundo es incorrecto, indica Manuel Peinado Lorca, catedrático del Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, de la Universidad de Alcalá. 
 
 
Así también lo había adelantado en 1967 el zoólogo Desmond Morris en El mono desnudo y también lo demostraron los estudios de Masters y Johnson.
 
 
Esto confirmó que lo que provoca en la mayor parte de los casos el orgasmo femenino es la estimulación del clítoris. Un área que no es contactada por el pene durante la copulación y que, por lo tanto, no interviene en el proceso de la inseminación.
 
 
Stephen Jay Gould sostenía que, como lo importante es que los espermatozoides lleguen hasta los óvulos y para conseguirlo basta con el orgasmo masculino, el femenino debía ser contemplado como "superfluo". Una especie de accidente evolutivo, un resultado secundario de la necesidad del orgasmo masculino.
 
 
Según Gould, hay un orgasmo femenino simplemente porque el clítoris es el equivalente anatómico del pene (ambos tienen el mismo origen embrionario). Por ello, estimulación, erección y orgasmo se dan en ambos.
 
 
Para Gould, el orgasmo vía clítoris es un artefacto del desarrollo. No tiene significación adaptativa alguna.
 
 
La polémica provocada por Gould resucitó en 2005 cuando Elisabeth Lloyd, profesora de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Indiana, publicó un libro, "The Case of the Female Orgasm: Bias in Evolutionary Science" (El caso del orgasmo femenino: Prejuicios en la ciencia de la evolución).
 
 
En este concluye que el orgasmo femenino no tiene ningún sentido evolutivo (salvo el de disfrutar, que no es poco). Como Gould, considera que es un subproducto de la evolución.
 
 
La idea del "subproducto evolutivo" es de Darwin, quien lo consideraba como cualquier rasgo que sea arrastrado de otros. 
 
 
Para hombres y para mujeres se ha desarrollado el placer por el sexo. Este placer es la causa próxima de las relaciones sexuales, cuyo fin último es el éxito reproductivo. 
 
 
Durante el orgasmo en ambos sexos se producen considerables aumentos de las pulsaciones (desde 70 a 80 a 150 pulsaciones por minuto), de la presión sanguínea (de 120 hasta 250 mmHg en el clímax) y de la respiración, que se hace más profunda y rápida hasta que, al acercarse el momento del orgasmo, se vuelve jadeante.
 
 
Al final, el rostro se contrae, con la boca muy abierta y los orificios nasales dilatados, a la manera de los atletas en su máximo esfuerzo, faltos ya de aire.
 
 
Lo que distingue al orgasmo femenino son una serie de contracciones rítmicas en la zona perineal, de la vagina y del útero.
 
 
Tales contracciones tienen una función absorbente del esperma descrita por Baker y Bellis en la revista Animal Behaviour que, además, aumenta su retención en el conducto vaginal, como sostiene Paul R. Ehrich en "Human natures: Genes, Cultures, and the Human Prospect" (Naturaleza humana: genes, culturas y la perspectiva humana; no publicado en español).
 
 
Por eso, las hipótesis evolucionistas que mayor apoyo tienen entre los científicos se refieren al papel del orgasmo como un mecanismo de retención del esperma en el interior del tracto sexual femenino.
 
 
Por último, si se considera que el orgasmo es seguido por un considerable período de agotamiento y sueño, se puede deducir que otra de sus funciones adaptativas es inducir al reposo horizontal tras la cópula. Esto favorece la retención del esperma y aumenta así las posibilidades de la mujer de ser fecundada, publica la BBC. 

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