El 70 por ciento de los aspirantes a la Presidencia alcanzó menos del dos por ciento de votos. Y un porcentaje similar en listas para asambleístas nacionales no superó el cinco por ciento. Algunos de ellos fueron años atrás considerados fenómenos electorales. ¿Han terminado sus carreras? ¿Es el fin político?
“Un cadáver político se puede identificar por la falta de seguidores que crean en sus palabras y por el abandono de los militantes a alguien que en algún momento dado gozó de cierto prestigio y de cierta credibilidad”. Así lo define el analista Felipe Burbano. “Esta es la tristeza más grande que puede tener un político”, añadió al ser interrogado por el portal La Posta.
Los resultados del domingo 7 de febrero invitan al análisis. Doce de los 16 candidatos a la Presidencia de la República no aparecían aun en la foto cuando los cuatro primeros cruzaban la línea de meta. Estuvieron tan lejos que, si hubiese sido una carrera de Fórmula Uno, habríamos dicho que el cuarto le llevaba ocho vueltas de ventaja al que llegó quinto. No muy diferente fue la definición para asambleístas nacionales. Allí estaban en disputa 15 puestos y en carrera hubo 17 listas. De ellas, 11 se quedaron sin pan ni pedazo.
Para el día de la primera vuelta electoral, saltaron a la cancha nada menos que dos expresidentes de la República, varios exministros o exlegisladores y hasta una exprimera dama. Los resultados fueron tan malos para ellos que hasta sus respectivos partidos podrían estar pronto en peligro de extinción.
Perdió de un solo toque
Uno de los eventos políticos más histriónicos de la historia democrática contemporánea, fue sin duda el celebrado el uno de agosto de 1987 en el corazón del suburbio guayaquileño. Lo protagonizó Abdalá Bucaram Ortiz, entonces un político de 35 años que había sido alcalde de Guayaquil. Tras haber sido desterrado, destituido y enjuiciado, regresó al país para ser candidato a la Presidencia de la República… y casi lo logra en aquella ocasión.
Pero 33 años después, el mismo personaje, en los alrededores del Hospital del Suburbio, en el sector de la 29 y Oriente, en el epicentro de su otrora altísima popularidad, solo alcanzó 70 votos, el 0,8 por ciento de la votación.
Bucaram alcanzó la Presidencia al tercer intento, en 1996. Pero el ejercicio del poder le pasó factura más pronto que a ningún otro mandatario. A los seis meses fue destituido, nuevamente desterrado y con nuevos juicios encima. Durante los siguientes 20 años su partido siguió teniendo un respaldo que, al menos, le permitió en todos los gobiernos posteriores, intentar negociar un perdón y olvido a sus culpas.
Finalmente, en 2017, un par de meses antes del fin del gobierno de Rafael Correa y luego de que su hijo Dalo, anunciara el apoyo, en segunda vuelta, al entonces candidato oficialista Lenín Moreno, la Corte Nacional de Justicia declaró que las acciones legales en contra del expresidente Bucaram habían caducado -o prescrito- por el tiempo transcurrido. Se dice que expresamente le pidieron que no organizara su regreso sino hasta que el nuevo gobierno ya se hubiere posesionado, como efectivamente sucedió.
Y aunque con mucha menos espectacularidad volvió a la tarima el día de su retorno, la enfermedad cardíaca que lo aqueja hacía presumir que ya no estaba para una nueva campaña electoral. Pero la pandemia cambió las cosas. Y no por el virus...
El exmandatario, sus hijos varones Bucaram Pulley y algunos de sus amigos resultaron salpicados por las investigaciones que se siguen tras la compra irregular de insumos médicos antes y durante la pandemia. El primero en caer en desgracia fue su hijo mayor Jacobo cuando se reveló que su exesposa había sido proveedora de los hospitales del IESS.
El panorama se agravó en plena pandemia. Decena de cajas de insumos médicos fueron encontradas en un allanamiento al domicilio de los Bucaram. La acción investigativa fue rechazada públicamente por Dalo Bucaram, quien se encontraba en largas vacaciones, en casa de un amigo, en los Estados Unidos. Investigaciones periodísticas revelaron que “el amigo” era nada menos que el cabecilla de una red de proveedores de insumos médicos vendidos con sobreprecio. Jacobo fue detenido, Abdalá pasó a arresto domiciliario y sus otros dos hijos que siguen fuera del país, también son requeridos por la justicia.
A pesar de toda la carga procesal sobre sus hombros, Bucaram Ortiz logró candidatizarse a la Asamblea Nacional.
La lista que encabezó no alcanzó ni el uno por ciento de los votos. “La fuerza de los pobres” se ha derretido.
Lucio, ni en Tena
Cuando el presidente Lucio Gutiérrez abandonaba abruptamente el poder el 20 de abril de 2005, su intención era atrincherarse en Tena, la capital de la provincia de Napo. Pe ro las circunstancias lo llevaron a pedir asilo en la embajada de Brasil. De Tena es originaria su familia y, aunque nació en Quito, allí dio sus primeros pasos. En noviembre de 2002 ganó la segunda vuelta electoral al candidato Álvaro Noboa.
En los siguientes 15 años, su popularidad ha ido decreciendo. De la misma manera, su partido Sociedad Patriótica, ha cedido espacios en el Legislativo. Su discurso monótono, poco creativo y repetitivo lo ha desinflado ante el electorado. En Tena quedó quinto, a nivel nacional, séptimo con el 1,8 por ciento.
Del batallón de jóvenes oficiales que se tomaron el Congreso en 2005, pocos quedan hoy a su lado. Sin embargo, en esta última campaña, intentó reto mar una imagen militar a la que la mente de sus seguidores ya no está acostumbrada. Igualmente volvió su esposa, Ximena Bohórquez, exprime ra dama y exlegisladora. Ella encabezaba la lista de diputados nacionales, pero no alcanzó ni el dos por ciento de los votos.
Ya no SUMA
A los expresidentes, se sumaron al menos tres candidatos más que a pesar de que se han mantenido vigentes por al menos una década, los votos les fueron esquivos.
Un día antes de la elección, el optimismo de Guillermo Celi era contagioso. Aunque ninguna de las encuestas lo alejaba del pelotón con el uno por ciento, él aseguró que estaría en segunda vuelta. Las recepciones que había tenido durante sus visitas a varios cantones y un aparen te júbilo popular demostrado en su cierre de campaña en su natal Manabí lo habían convencido de esa falsa realidad.
Celi que empezó su participación electoral en 2009 como candidato a prefecto de Manabí por Sociedad Patriótica, fue luego uno de los fundadores del movimiento SUMA del cual es ahora su director nacional. Pero, aunque por sus dotes de catedrático universitario es percibido como dueño de un discurso político sólido, las urnas no han sido su fuerte. El resultado final le otorgó el 0,9 por ciento. No ganó ni en Portoviejo. En la competencia para asambleístas nacionales su organización política ocupó el décimo lugar.
Caso aparte es César Montúfar. El país lo conoció como un joven quiteño rebelde y de pelo largo que salió a las calles a liderar la protesta popular en contra de una Corte Nacional de Justicia nombrada “entre gallos y medianoche”, a fines de 2004.
A lo largo del tiempo, su lucha social ha sido constante. La última fue el haberse convertido en acusador en el juico que llevó a la cárcel al exvicepresidente Jorge Glas.
Con su propio movimiento político de carácter nacional, no ha tenido suerte a la hora de buscar alianzas ni con la derecha (PSC y CREO) ni con la izquierda (Partido Socialista). Y según algunos, este vaivén ideológico le pasó factura.
Sus últimas participaciones electorales, para asambleísta, para alcalde de Quito y ahora para presidente de la República, no han sido exitosas.
Otro a quien las urnas le dieron la espalda fue a Gustavo Larrea. Reconocido como uno de los más hábiles y cultos en materia política entre los presidenciables, no ha podido cosechar para sí mismo esas cualidades. Aunque se retiró a tiempo del correísmo, su salida no dejó de ser cuestionada. Es uno de los pocos políticos a los que nadie se atreve a dejarlo con la mano estirada. Su trabajo de hormiga lo llevó a formar su propio partido, Democracia Sí, que tuvo satisfactorios resultados en las seccionales de 2019. Alcanzó una veintena de alcaldías, algunas en plazas importantes como Cuenca y Machala.
Esta vez los números no le jugaron. La candidatura se debilitó más cuando la pandemia del COVID-19 lo contagió en media campaña. No alcanzó ni medio punto porcentual. Y las listas para asambleístas nacionales de su partido, apenas si bordearon el uno por ciento.
Otro que no pudo recibir algo de oxígeno ni en su tierra fue al exprefecto del Azuay Paúl Carrasco. Tras 13 años en el cargo seccional, Carrasco buscó por todos los medios convertirse en figura nacional. En 2013 intentó una precandidatura presidencial por una unión de organizaciones de izquierdas, pero no fue el escogido. Para 2017 buscó formar un frente de centro derecha que tras bastidores manejaba la posibilidad de lanzar a Jaime Nebot como abanderado. En 2019 perdió de largo la Alcaldía de Cuenca. En su primera participación a nivel nacional ocupó el último lugar con menos de 20 mil votos.
Detrás de ellos y en terapia intensiva quedan muchos otros personajes cuyo futuro político será incierto. El actual presidente de la Asamblea, César Litardo, por ejemplo, no pudo reelegirse. Quizás por dirigir un cuerpo colegiado altamente desprestigiado, quizás por intentar mantener a flote a un partido al borde del naufragio como Alianza PAÍS. La historia dice que algunos sabiamente se retirarán, dando paso a nuevas generaciones. Pero la misma experiencia dice que eso no siempre sucede y no será extraño que pronto insistan en buscar el favor popular.