Tejedoras de historias
Cinco mujeres indígenas de Peguche, provincia de Imbabura, hilan, tejen y bordan artesanalmente en Huarmi-maqui. En su taller comparten sus tradiciones y gastronomía a los turistas
“Huarmi-maqui nació con la idea de reunir a las mujeres en el trabajo artesanal. De esta manera dimos identidad a las labores realizadas en la casa. También nos permite hacer otras actividades y sobre todo nos da tiempo para compartir con nuestra familia”, señala Matilde Lema, fundadora de la organización.
El nombre del grupo no es casualidad. Huarmi-maqui significa "manos de mujer". Eso se observa en cada uno de los artículos que realizan cinco mujeres indígenas de Peguche, población ubicada a 10 minutos de Otavalo, en la provincia de Imbabura. Cuando los pedidos aumentan, se suman más mujeres del sector a la iniciativa.
Tejidos. La lana es el material textil con el que confeccionan
mantas, cojines, bolsos, telas para muebles.
Ellas elaboran tejidos de lana de diferentes colores y estilos en los telares de madera. Con ese material textil realizan mantas, cojines, bolsos, telas para sofás y un sin número de productos artesanales. También bordan chales a mano.
MANOS A LA OBRA
Ellas saben que la competencia es parte del mercado. Por eso, innovan sus artículos y diseños, pero mantienen varios elementos de sus orígenes ancestrales.
Matilde Lema cuenta que las herramientas que se utilizan en el taller fueron heredadas de sus abuelos y padres. Algunas fueron construidas con materiales que se encuentran en Peguche. Los telares son de eucalipto y sus estructuras son desarmables. Cada uno tiene un distinto tamaño y elabora telas de diferentes estilos, ya que hay de dos, cuatro y seis pedales.
“Es importante que cada compañera valore la habilidad que posee. Esto hace que nos fortalezcamos como artesanas y demos lo mejor de nosotras para crear productos con calidad y corazón”, dice Matilde.
Al taller, ubicado en la casa de Matilde Lema, lo bautizaron como Casa Matico. Allí reciben a los turistas para que conozcan y participen del proceso de confección de una prenda realizada a mano o en los telares manuales. En ese lugar también se encuentra el almacén. Los productos también los comercializan en tiendas de Quito y Cuenca.
“Matilde Lema es una artesana con identidad. Ella ha creado su propio estilo en la artesanía y ha motivado a varias mujeres para que comprendan el valor y la habilidad que cada una posee”, indica Adriana Alomía Viver, gerenta general de Galería Ecuador Gourmet, una empresa quiteña que comercializa más de 200 marcas y cuatro mil productos de varios emprendedores. En ese lugar, ubicado en una casa patrimonial de estilo republicano de La Mariscal, Matilde Lema exhibió el 18 de abril sus habilidades en los telares junto al artesano José Jiménez, tejedor de macanas de Gualaceo, provincia de Azuay.
FOGÓN Y DANZA
“Casa Matico – Huarmi-maqui es un espacio donde pueden conocer las costumbres y las actividades que realizan las mujeres indígenas en la comunidad”, cuenta Paola Quinche, integrante de la organización.
El recorrido continúa en el fogón, en donde el maíz es el principal ingrediente. Una de las sopas sugeridas es la chuchuca. Ésta consiste en cocinar el maíz a medio madurar hasta que esté suave y después se lo seca al sol. Luego se muele en trozos gruesos y se prepara con carne de cerdo.
Además de la confección de artesanías, los turistas pueden conocer las
costumbres y actividades que realizan las mujeres indígenas en la
comunidad, des las danzas hasta su gastronomía.
Otra es la buda api, una colada elaborada con harina de maíz, haba y arveja. Esta última sopa se ofrece en las fiestas familiares y de la comunidad.
Mientras que otro platillo se cocina en un tiesto de barro. Es la muziguita, una masa de choclo con panela envuelta en hoja de achira. La lista se completa con tortillas de maíz y humitas.
En Casa Matico también hay espacio para la danza, la música, las leyendas y las plantas medicinales. El turista ingresa a un mundo de tradiciones y costumbres en el que no solo se hacen artesanías.
CON TINTES NATURALES
José Jiménez mantiene viva la tradición de su familia en el sector San Pedro de los Olivos, en Gualaceo, provincia del Azuay. A los diez años continuó con los pasos de su abuelo, quien le enseñó a usar los telares de cintura. Ahora elabora macanas o chales, una prenda indispensable en el vestuario de la chola cuencana.
Él usa la técnica ikat en sus tejidos. Ésta consiste en anudar los hilos con fibra de cabuya para luego tinturarlos con productos naturales. En ese momento se definen los diseños, que en la mayoría de casos son flores, aves o montañas. Los más complejos son los que tienen varios colores como el colibrí, ya que se coloca un color a la vez.
Por ejemplo, para obtener el color rojo usa la cochinilla, un insecto que vive en la tuna. A ese invertebrado se añade limón y el tinte es de color naranja. Mientras que para el morado se añade limón y sal a la cochinilla.
Con la fibra lista, Jiménez coloca los hilos en el telar de cintura para elaborar la macana. Luego, su esposa Ana Ulloa se encarga de realizar el macramé o el amarrado de los flecos, el proceso final para la confección de esta prenda que se comercializa en almacenes de Quito y Cuenca.