La banda municipal entonó el himno a Quito cuando salió del Salón de la Ciudad el féretro con el cadáver del expresidente Sixto Durán-Ballén en hombros de oficiales de las Fuerzas Armadas.
Este fue su último pedido: el que lo velaran en el Municipio de Quito, ciudad de la que fue su alcalde entre 1970 y 1978.
Los granaderos de Tarqui le hicieron su última calle de honor. Las Fuerzas Armadas le rindieron honores a quien fue su comandante en jefe en 1995 durante la guerra del Cenepa.
En el monumento a los héroes de la independencia lo esperaron varios comandos con un último mensaje: “Y en algún lugar del firmamento infinito están los héroes de la patria, los combatientes de Cenepa, y están formando para recibir al embajador que lleva las cartas credenciales de la dignidad y la gratitud”.
Luego pasó a la Catedral de Quito para la ceremonia religiosa.
A las honras fúnebres asistieron varias personalidades de la política como el expresidente Oswaldo Hurtado; Alberto Dahik, quien fue su vicepresidente; el alcalde de Quito, Mauricio Rodas; el exalcalde de la capital Roque Sevilla; el exministro de Defensa José Gallardo Román, entre otros. También asistió la cúpula de las Fuerzas Armadas.
La misa fue celebrada por el arzobispo de Quito, Fausto Trávez, quien recordó al arquitecto que logró construir la unidad durante el conflicto con Perú. “Y la frase que la repetimos frente: 'Ni un paso atrás', no es simplemente para esa época, es para todo momento”, expresó.
A nombre de la familia habló uno de sus 22 nietos, José Paredes Durán-Ballén. “Puedo decir, con orgullo, que mi abuelo deja un legado de honestidad, respeto, honorabilidad, fidelidad”, manifestó.
La Catedral de Quito se llenó para despedir a Durán-Ballén; a ese templo no asistió ningún representante del Gobierno.
Fueron momentos de reflexión, de tristeza, de dolor, en especial para su compañera de vida por más de 70 años, Josefina Villalobos, quien necesitó de la protección de sus hijas para recobrar fuerzas.
El féretro salió de la Catedral y en la Plaza de la Independencia recibió el adiós de su pueblo.
Los restos fueron trasladados a la iglesia Santa Teresita, en el norte de Quito. Ahí recibió los últimos honores: disparos de salvas para el constructor de la paz, que irónicamente tuvo que enfrentar la guerra e inmortalizó la frase "Ni un paso atrás".