Manuela Picq, las raíces del exilio
“Salí del Ecuador pensando que volvería en un par de semanas, un par de meses a lo mucho. Pero las visas fueron negadas una y otra vez, y los meses se hicieron años, alejando cada vez más la posibilidad de volver a mi vida”, escribe la académica francobrasilera en “El caminar de las manuelas”, un ensayo publicado por la revista Crítica Contemporánea, de la Universidad de la República de Uruguay, en el dossier “Ideas que solo se pueden contar: Narrativa (y) Política”.
Allí Manuela Picq, en una prosa salpicada de palabras kichwa como “shungo”(corazón), “Llacta”(tierra) o “changar” (abrazar con las piernas), relata su apresamiento en 2015 junto a su pareja, el líder indígena Carlos Pérez Guartambel, su expulsión del país que había habitado una década, y la experiencia del exilio. Su crónica atraviesa la crítica al modelo extractivista, las diferencias entre las izquierdas latinoamericanas, el racismo, el sexismo y la xenofobia.
“El racismo del Estado mostró su cara en mi cuerpo, usando la vieja táctica de humillar lo indígena para destrozar su dignidad humana y su legitimidad política”, afirma. También desgrana los factores (entre ellos su “blancura”) para que su caso haya pasado de la “celebridad a la telenovela”. “Fui el desayuno de miles de ecuatorianos al aparecer en sus pantallas de televisión (…) Si hubieran sabido que yo defendía el aborto y cuestionaba la monogamia me hubieran maldecido; pero no lo sabían, y me bendijeron”.
Y cuenta cómo vive su matrimonio (que el gobierno no reconoce) a la distancia. “Whatsappeamos como la generación de los millenials, y de vez en cuando logramos viajar para amar en carne y hueso (…) Pero aun no aprendo a despertarme sin la changada de mi pareja y sin desayunar mote y aguacate”, confiesa. “Paradojamente este exilio me dio raíces (...) Cuando entra la duda o el cansancio, me acuerdo que esta pareja puede ser la oportunidad de generar un precedente legal en el reconocimiento de la libre determinación de los pueblos”.
