<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

El testimonio de Justin Vásconez

jueves, 13 abril 2017 - 09:05
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Una profunda y oscura desolación. Como si Manta fuera una zona de guerra. Como si allí hubiese caído una bomba. Justin estaba en la parte más alta de la ciudad y desde allí podía verlo todo: los postes caídos, las construcciones colapsadas, las calles rotas, las ambulancias que empezaban a circular en búsqueda de personas vivas debajo del concreto de las casas y de los edificios. 
 
El 16 de abril del 2016, dos minutos antes de las 7 de la noche, el terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter que se sintió en casi todo el país dejó muertos y destrucción. La onda expansiva de esa destrucción también tocó la rutina y la normalidad de Justin Vásconez, un joven estudiante de 21 años. 
 
 
Su madre estaba en Manta cuando ocurrió el terremoto. Él se encontraba en Guayaquil. “Luego de tres horas de espera en la terminal terrestre, recién pude viajar. Tardé muchísimo en llegar, porque además de hacer trasbordos, el bus paraba recogiendo personas en el camino, interrumpido en tramos por los efectos del sismo”. Cuando llegó a su ciudad natal, se quedó sin palabras. “Un edificio que estaba recién construido y estrenado, estaba colapsado”, cuenta ahora. 
 
Su familia tenía un negocio de venta de productos para la construcción, especialmente granito. Esa noche, el 90% de su mercadería cayó de las perchas y se rompió. Los bancos con los que había financiado su negocio le dieron dos meses de plazo para continuar pagando la deuda. Luego de eso, los cobros se reanudaron.  Esto afectó directamente a Justin, quien vive desde los siete años en Guayaquil. "Mi mamá era quien me apoyaba. Luego de esto, mis tíos me dieron hospedaje y me tocó hacer un préstamo para poder continuar con mis estudios", relata. 
 
 
De esos primeros días luego del terremoto, conserva algunos recuerdos frescos. El primero es que la gente dormía en las calles a causa del temor a un nuevo sismo. Y el segundo, los gritos de las personas cada vez que se sentía una réplica. Con cada réplica, venía el pánico.  Actualmente, el negocio de su mamá apenas sobrevive. Las mínimas ganancias que obtiene le permiten pagar las cuotas del préstamo bancario, pero nada ha vuelto a ser igual.
 
Cada que tiene tiempo, Justin va a Manta a ayudar a su mamá con el negocio. Él se matiene al lado de su familia, en una ciudad que, al igual que todos los que la integran, intenta levantarse y reconstruirse a diario. 

Más leídas
 
Lo más reciente