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Ángela Arboleda, de regreso a las raíces

martes, 21 octubre 2014 - 01:22
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Su ‘saca’ real majestad, Juan Bobo, el tío tigre y el tío conejo son algunos de los personajes de las historias de los montubios. Detrás de los cuentos y los versos están presentes los saberes de este grupo que en su mayoría se dedica a la agricultura en la Costa.

Pero por el crecimiento de las ciudades, esa forma de narrar está perdiendo espacio y su acento característico. Por eso, Ángela Arboleda Jiménez, de 45 años, volvió a sus orígenes. Regresó su oído a su abuelo materno y a los que vivían en Guachapelí, perteneciente al cantón Salitre, provincia del Guayas. Su ruta continuó a otras comunidades.

Así, en 2004 creó el espacio “Un cerro de cuentos” en Guayaquil para que se mantenga vigente la oralidad de este grupo conformado por más de un millón de personas que se auto identifica como montubios. Según el Censo de Población de 2010, el 88 por ciento vive en las provincias de Guayas, Manabí y Los Ríos.

¿Cuál es el vínculo de los montubios con la oralidad?
La oralidad es la esencia de su día a día, es su escuela. Es su forma de comunicar su identidad y sus saberes. Al ser un grupo que se desarrolló con el mestizaje y al estar cerca de las zonas urbanas ha perdido mucho de las características de su cultura. Sin embargo, ese juego de palabras o esos cuentos medio irreverentes son una forma de resistencia y de sostenerse como una comunidad distinta.

¿De qué forma son irreverentes?
En los cuentos se refieren al rey como “su saca real majestad”. Queda como una frase de respeto. Pero en realidad está diciendo: usted que nos quita el dinero.

¿Qué otras historias son las que se cuentan?
Una es la de Juan Bobo, quien con inteligencia o picardía vence al rey. A través del cuento las comunidades han expresado su derecho de ganarle al poder o darse el lujo de burlarse. Esos cuentos muestran que con inteligencia es posible cambiar las cosas. Otra es la del tío conejo, quien es más listo y vence al tío tigre. Con esta historia están enseñando que al que quiere ser sapo o sabido se lo puede vencer siendo más inteligente y noble.

¿En qué consiste el juego de palabras?
Es esa facilidad que ellos tienen para el verso, para el dicho. Ellos son muy espontáneos. En cualquier momento le pueden hacer una broma, inventar un amorfino, un verso o un sobrenombre.

¿Qué logran con sus narraciones?
En su vida cotidiana, a través de este sentido del humor, de la broma, del juego, tienen una vida más tranquila. No están amargados y resuelven las cosas conversando.

¿Cómo es la forma de ser de los montubios?
Ellos reciben a todo el mundo. Esa es una de sus características. “Qué anda haciendo por acá”, preguntan enseguida. Pero en algunos lugares más cercanos a las ciudades son más desconfiados.

¿Se diferencian de los juglares?
En nuestras comunidades, la persona que conserva las historias está en ese lugar y no se mueve. Mientras que para el juglar parte de su mundo era el viaje. Sin embargo, los cuentos son los que pasan de pueblo en pueblo.

¿En las historias que se escuchan en la Costa hay una filosofía de vida?
Hay un dicho que en Manabí se dice: “Ser pobre es cosa de Dios, ser pendejo es cosa de vos”. Detrás de esa expresión hay una forma de ver el mundo. Lastimosamente no todos han considerado estos dichos y esta sabiduría popular como algo digno de estudio. Hay investigaciones del Archivo Histórico, de Justino Cornejo, pero en la historia oficial que se enseña en las escuelas no se le da el suficiente espacio o queda como algo pintoresco: los niños repitiendo amorfinos.

¿Qué pasa con el acento?
El acento auténtico se está perdiendo. Muy pocos jóvenes están interesados en mantener esa habilidad con la palabra. Más bien se avergüenzan de esa forma de hablar.

¿Se está perdiendo ese legado?
Es muy posible que en algunos lugares no haya podido conocer a muchos ancianos para grabarlos y se haya perdido esa información. Muchos de los que he ido conociendo estaban muy viejitos.

¿Ha notado que hay prejuicios a su forma de expresarse?
Siempre tenemos esta visión de superioridad porque sabemos leer y escribir o porque eres urbano. Simplemente somos diferentes. Ellos tienen una forma de vida, nosotros otra. No hay superioridad. Cada quien con lo suyo. En ese pretexto les hemos negado la posibilidad de sostener una vida digna. Obviamente deben tener acceso a la educación, pero con respeto a su forma de ver el mundo, a no ser objeto de burla ni humillación.

¿Qué podemos hacer?
Los montubios y todo el mundo no deben olvidar. Si no tienes realmente la certeza de quién eres, no puedes construir un camino.
 

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