Fotos: Franklin Navarro
Los saraguros se caracterizan por su vestimenta blanca y negra. En su cultura, esos colores no representan luto. Para ellos, el arco iris se destaca en su vida diaria y en el Raymi (fiesta).
María Gabriela Albuja dejó la comodidad y el tráfico de Quito por la tranquilidad y el aire puro de Saraguro. Ella, quiteña de nacimiento, vive en la comunidad de Lagunas con su esposo José María Vacacela, quien nació en esa localidad lojana.
Ella es educadora. Y no solo comparte sus conocimientos en el aula. Ella aprendió la cosmovisión andina de este pueblo indígena y su idioma: el kichwa.
José María Vacacela se casó con la quiteña María Gabriela
Albuja. Él le enseñó sobre la cultura de los saraguros.
Viven en la comunidad de Lagunas.
Entre esas enseñanzas se encuentran el porqué de que los colores blanco y negro estén presentes en su vestimenta. “Los saraguros no están de luto”, afirma Albuja.
“Era la ropa elegante que vestía el Inca en los ritos, en las ceremonias más importantes. Para el indígena de Saraguro toda actividad es fiesta. Termina un trabajo o un poncho y lo celebra”, cuenta Vacacela.
DE GALA
El sombrero es el ícono fundamental en el vestuario de este pueblo kichwa. Lo hacen con lana de oveja. Los diseños de color negro se realizan con betún que se obtiene con tintes naturales. Por su alto costo, en la actualidad su uso está reservado para fiestas.
De gala. Ellos visten poncho, kuzhma o pechera y pantalón
corto de color negro. El elemento distintivo es el sombrero
elaborado con lana de oveja.
El resto de la vestimenta se mantiene en sus actividades diarias, a excepción de las joyas. La ropa de las mujeres de Saraguro está conformada por un anaco y una bayeta de color negro, una pollera con encajes, blusa blanca con bordados y una colorida faja. Se complementa con walkas o collares elaborados con mullos de distintos colores, el tupu o cadena de plata y el zarcillo o aretes de plata.
Por otro lado, los hombres visten poncho, kuzhma o pechera y pantalón corto de color negro. Además se ponen un cinturón de cuero y adornos de plata. El zamarro, confeccionado con hilo de oveja, es de color blanco.
Las mejores prendas las lucen en los raymi o fiestas. Varias de estas festividades coinciden con las de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en el Coya Raymi se celebra la fecundación de sus cultivos y a la Virgen de La Merced. En Navidad se realiza el Kapak Raymi o fiesta de la germinación. En Carnaval se festeja el Pawkar Raymi o el florecimiento del campo.
Las mujeres lucen anaco y bayeta de color negro, una pollera con
encajes y una blusa blanca con bordados. Se destaca los walkas
o collares elaborados con mullos de distintos colores.
Este ciclo se cierra con el Inti Raymi, que coincide con el Corpus Christi en junio, en el que se agradece por la cosecha. En ese día, el consejo de sanadores realiza los rituales y los integrantes de la comuna comparten los frutos al realizar la ‘pampa mesa’ o mesa de todos. El ingrediente central es el mote.
Algunas investigaciones señalan que la palabra Saraguro proviene de la unión de sara, que simboliza maíz, y guru, que significa gusano, o de jura que es germinado. En ambos casos, el maíz es el eje de este pueblo indígena. Las mazorcas se guardan en los corredores de las casas.
VIDA DIARIA
La agricultura es la principal actividad de los saraguros. También se dedican a la elaboración de los tejidos con telares artesanales. La mayoría de ellos son de cintura.
En algunos talleres de Ñamarín se usan los tintes naturales para teñir las prendas. Para lograr las diversas coloraciones emplean flores, frutos y raíces de varias plantas. Por ejemplo, al hervir las hojas del campiche obtienen el rojo y el café oscuro.
Los saraguros tienen cuatro celebraciones o "raymi"
durante el año. Todas coinciden con el ciclo agrícola
y las creencias católicas.
Una de las actividades que mantienen la unión de la comunidad es la minga. Los pobladores se unen para solucionar sus problemas, entre ellos los derrumbes en las vías.
En este cantón, ubicado al norte de Loja, “se sigue manteniendo sus tradiciones a pesar de que el mestizaje haya llegado a su vida cotidiana”, afirma Jennifer Zambrano, quien dirigió el documental “Kawsashpalla” (Mientras estemos vivos). En ese trabajo audiovisual, que se demoró ocho meses, participaron ocho estudiantes de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil y tres camarógrafos.
Un ejemplo de ello es la pareja Vacacela Albuja. “Ella se considera una amante de las culturas y siempre sintió la cercanía con lo ancestral y andino. Ella adoptó la vestimenta luego de convivir algunos años con él. Siempre fue bien recibida en su comunidad y crío a sus hijos con las tradiciones propias de la cultura Saraguro”, cuenta Zambrano.