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Pareja activista en acción

viernes, 29 abril 2016 - 11:34
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La ecuatoriana Isabel Romero y su esposo el australiano Mick Warwick, decidieron dejarlo todo, embarcarse en un velero y recorrer el mundo para generar conciencia sobre la importancia de evitar que los océanos sigan llenándose de desperdicios.

A todos nos ha pasado en algún momento que quisiéramos tener algo que otro tiene, un estilo de vida, una propiedad… Al conversar con esta pareja nos sucede algo similar, pero ese querer tener algo apunta justamente a lo contrario: a su genuino desapego por lo material, a esa libertad y alegría interior que irradian. Han armado juntos la vida que ambos soñaron por separado.

Ver un pelícano agonizando enredado en hilos de pescar en la playa de Ayampe y la indolencia de quienes pasaban cerca fue la gota que derramó el vaso. Isabel Romero y su esposo Mick Warwick decidieron dejar sus trabajos y la cómoda vida que llevaban en Australia para dedicarse por entero a la tarea de contribuir a cuidar el planeta.


"Ondular" es el nombre del velero que compraron en
Islas Vírgenes Británicas para recorrer los mares.

Eligieron centrarse en la limpieza de las playas. Isabel abandonó su trabajo como profesora y Mick su negocio de plomería y reconstrucción de casas, viajaron a las Islas Vírgenes Británicas porque se enteraron que allí podrían conseguir un velero “de segunda” a buen precio; lo compraron para recorrer los mares y limpiar las playas que visitaran. Así las paradisiacas islas en el Caribe fueron el punto de inicio de “Mingas por las Playas”. Quizás usted puede haber visto el letrero con este nombre en alguno de nuestros balnearios porque meses atrás hicieron una visita a las costas ecuatorianas, en la que aprovechamos para conversar con estos activistas verdes.

“Decidimos dejar todo porque aunque nuestra vida en Australia iba bastante bien habíamos entrado en el círculo vicioso de trabajar sin parar para solventar los gastos que implica vivir en una ciudad grande. Nos dimos cuenta de que preferíamos tener menos cosas pero más tiempo para disfrutar la vida y dedicarnos al servicio. Yo sigo la filosofía del yoga y las enseñanzas del Dalai Lama, por lo que sentía la necesidad de aportar más al mundo”, dice Isabel. Mick, por su parte, comparte las inquietudes sociales y ecológicas de Isabel y su pasión por el surf. Fue quien encontró el lugar donde los esperaba Ondular, el velero que les permitiría hacer realidad su proyecto. Fue él también quien ideó la forma de procesar las tapillas de plástico que encuentran botadas para formar manualidades que les permiten obtener ingresos para continuar con su labor. Calculan que hasta ahora han recolectado unas 10.000 tapillas.


Con las tapas plásticas que recogen realizan manualidades para
promover la reutilización y para obtener más ingresos.

Mencionan constantemente la importancia de los pequeños actos para lograr resultados efectivos: “Lo importante es que llegue el mensaje de que las persones comunes como nosotros podemos trabajar y generar un cambio”, señala Mick, y cuentan que antes de empezar los recorridos pusieron un anuncio en Go Fund Me, una de las páginas de Internet para pedir apoyo para un proyecto. Obtuvieron 350 dólares a los que sumaron los 100 que donó una tía de Isabel: “Con eso fue suficiente para comprar los refrigerios para las jornadas de trabajo en las mingas, para comprar las herramientas necesarias para la limpieza y para hacer el letrero de “Mingas por el Mar”. Eso es todo. No se necesita repartir camisetas gratis, ni gorritas, más bien estamos en contra de eso porque es producir cuando no es necesario y no contribuye a que el mensaje llegue a más gente”, señala Isabel y agrega que lo importante es que las personas escuchen por qué se debe reducir el consumo de plástico de un solo uso.

Aclaran que no están en contra del plástico, lo que combaten es que los objetos elaborados en ese material se usen una sola vez, sin considerar que como desperdicios van a permanecer en el medio ambiente por 500 años. “Los científicos ya hablan de la sopa de plástico al referirse a los océanos, por la alta cantidad de partículas de este material que flota en el mar. La gente cree erróneamente que al descomponerse en partículas pequeñas ya no es dañino, pero lo es más aún porque pasan a ser ingeridas por peces y pájaros al alimentarse”, explica Isabel y añade que la cadena continúa hasta los seres humanos que consuman esos peces.


Mingas por el mar. La campaña de limpieza de playas
que vienen realizando ha concitado cada vez más interés.

Están conscientes de que su trabajo es solo un granito de arena frente a un problema colosal pero están convencidos de que todo cambio empieza a nivel personal. “Tomando responsabilidad y observándose uno mismo, así se logra el cambio. Esto se aplica a todo no solo al cuidado del medio ambiente. Ya pasó el tiempo de juzgar a otros. Basta de criticar a los que botan basura en las playas, creo que el que consume productos plásticos en exceso también tiene responsabilidad.

El 80 por ciento de la basura que llega al mar viene de tierra adentro no de la playa, aunque sea de un pueblo remoto en la Sierra, ese envase plástico llega al río y termina en el mar. Todos estamos involucrados”, dice Isabel y sugiere que antes de arrojar a la basura un objeto de plástico se reflexione sobre cuál será el costo para el medio ambiente. Aproximadamente 100.000 animales marinos mueren enredados o por ingestión de plástico cada año y se estima que para dentro de pocos años el 99 por ciento de las aves marinas tendrán algo de plástico en sus estómagos. “Como dicen las campañas internacionales: Stop and Think. ‘Detente y piensa’”, concluye Isabel.


“Ya pasó el tiempo de juzgar a los otros, todo cambio
empieza por uno mismo. Y esto se aplica a todo, no
solo al cuidado del medio ambiente”, sostienen.

ESTABA ESCRITO

Aparentemente se conocieron en Hawái. Pero ni bien empezaron a conversar se dieron cuenta que ese ya era su segundo encuentro. Años atrás Mick había visitado Montañita y cuando Isabel le dijo que ella había tenido un bar allí, a él le vino la imagen clarísima y le dijo: “¡Sí, tú me vendiste una cerveza!”. Meses después, al regreso de ambos a Australia, empezó la relación que ya lleva siete años y dos de matrimonio.

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